Eloy Tejera
En la exposición Ventana de Placer, presentada en primer lugar en la sala de Bellas Artes de Santo Domingo, Pedro José Gris demostró que era un artista ambicioso.
Con un conjunto de obras de distintos formatos, abarcando variopintos temas, puso en evidencia que el pintor no tenía fronteras o pruritos a la hora de tocar cualquier aspecto que le incumbiera o preocupara como ser humano.
Allí el tema sexual rozó lo pornográfico, lo cósmico fue tratado con soltura desde una territorialidad y libertad expansivas, la muerte fue representada desde un ángulo muy particular, pero que transmitía y remitía siempre a la agonía.
En Bellas Artes, en cierto sentido el espectador de la obra de Gris quedaba avasallado. Fue una exposición que por la gran cantidad de cuadros y por los temas que abordaba no bastaba una noche o un simple recorrido para disfrutarla.
Los ojos eran ahogados por los colores, los pies tenían que desplazarse con prontitud y el tiempo, ese veleidoso y vengativo pájaro, no daba.
Fue notorio que los asistentes a la noche inaugural de la exposición querían verlo todo y en afán recorrían las salas y pasaban de una obra a otra, intentando que no se le quedara nada, no perderse una obra que pudiera darle una clave de todo aquel universo pictórico
En ocasiones sucedía en la exposición inaugural de Ventana de Placer, lo que acontece en este tipo de evento: la gente, atenta al vino, al que saluda, al que pasa por el lado, se distraía un poco, pero era evidente que volvía a la obra, que continuaba el recorrido de manera atenta, y al tanto de que comentaba el otro, el vecino próximo.
Quedé enamorado de los paisajes especiales que hace el artista, de esos caseríos modernos que van a extender la angustia de las ciudades y que representan un desafío, más que arquitectónico.
He de confesar que en algún momento no sabía para adonde coger, qué destino seguir, pues aquel amplio salón de Bellas Artes, me parecía gigantesco.
Cuando me dijeron que la exposición se iba a presentar en Santiago en el Teatro principal de aquella ciudad tan acogedora, me imaginé de nuevo ante el espacio amplio, ante la geografía espacial que avasallaba. Pero cuán grata fue la sorpresa de que se había hecho una selección más exigua de los cuadros de Pedro Gris, y que la sala de allí era más receptora, en todo el sentido de la palabra.
Y fue una selección atinada. Allí estaba el compendio de la obra erótica, paisajística, cósmica y filosófica de Pedro Gris.

