Tras la extinción del incendio en el vertedero de Duquesa, la causa del siniestro no puede quedar impune. Es necesario que las autoridades establezcan la verdad, aunque sea con el propósito de adoptar las debidas previsiones.

Es cierto que durante la crisis la basura no se acumuló en el Distrito Nacional y el Gran Santo Domingo, pero sus residentes no dejaron sufrir las consecuencias respiratorias de la molestosa humareda. Aclarar el origen del siniestro se torna más pertinente por la confrontación política en que derivó el caso.

Mientras desde el oficialismo se atribuyó el fuego a manos criminales, la oposición insistió en que el fenómeno evidenció la supuesta negligencia y el fracaso de la política ambiental del Gobierno. También exigió una aclaración sobre los recursos destinados al programa Quisqueya Limpia.

El incendio puso también de manifiesto el desafío del destino final de la basura. Por ahora el único proyecto que se conoce en torno a Duquesa es el relleno sanitario que anunció el Ministerio de Obras Públicas para evitar crisis sanitaria en el corto plazo.

La realidad indica, sin embargo, que se tiene que aplicar un proyecto tanto para obtener los beneficios que aporta la basura como para evitar más problemas ambientales.

La basura no puede ser solo un medio de vida para los buzos ni un negocio para sus operadores. Si aclarar la causa del incendio resulta primordial, también lo es definir la suerte del vertedero de Duquesa. Los casos impunes ya constituyen un montículo tan elevado como oprobioso.