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Violencia contra mujer

Violencia contra mujer

Arismendi Díaz Santana

La Comisión sobre Violencia de Género de las Naciones Unidas denunció que cada año unas 50 mil mujeres son asesinadas en el mundo por razones de género. Al menos el 27% de las mujeres sufrirá violencia de su pareja o expareja en algún momento de su vida.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en los últimos cinco años se registraron 19,254 feminicidios en la región, 11 mujeres asesinadas cada día, la mayoría jóvenes, sembrando miedo y orfandad. En 2024, hubo 3,828 muertes violentas de todas las clases sociales y niveles educativos.

Mientras en la región se registra 1 feminicidio por cada 100,000 mujeres, en nuestro país son 1.5 por cada 100,000, dejando miles de víctimas indirectas, principalmente hijos huérfanos y trastornados, que requieren tratamientos psiquiátricos, según el informe.

Este 25 de noviembre se cumplieron 65 años del triple feminicidio de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, un crimen de Trujillo que estremeció al país y conmovió la conciencia mundial por su atrocidad. En solidaridad, las Naciones Unidas instituyó este día como el Día Mundial de Lucha Contra la Violencia de la Mujer en el mundo. Cada año más países, organizaciones y personalidades combaten la violencia física y psicológica contra la mujer. Las denuncias y luchas se multiplican logrando leyes contra la violencia intrafamiliar y el acoso sexual. Se han logrado avances, pero persisten fallas demasiado profundas para subestimarlas.

La violencia contra la mujer no es un suceso aislado ni doméstico; es una pandemia global que socava los cimientos de la justicia, la igualdad y la dignidad humana. Es un mal social tan profundamente arraigado que trasciende fronteras, culturas y clases sociales, dejando dolores, traumas, orfandad y oportunidades truncadas.

El daño de esta violencia es multifacético y devastador. Destruye a la víctima a nivel físico y psicológico. Las lesiones pueden sanar, pero el terror, la impotencia, la depresión y la pérdida de autoestima suelen persistir de por vida, afectando su capacidad para trabajar y estudiar, limitando su potencial y autonomía.
Además, la violencia contra la mujer es un delito que contamina todo el entorno familiar y social.

Los niños testigos de estas tragedias normalizan el abuso, perpetuando un ciclo intergeneracional de agresión, miedo y sumisión. Y las sociedades se empobrecen al naturalizar la injusticia y el miedo. Para contener este crimen se requiere de un enfoque integral y coherente. Porque es urgente, es un imperativo moral y es una condición sine qua non para la estabilidad y el avance de cualquier sociedad justa e institucionalizada, mediante medios contundentes y diversos:

1 Educación general con perspectiva de género: La prevención es la piedra angular inculcando desde la infancia el respeto, la igualdad y la resolución pacífica de conflictos. Debemos superar los estereotipos de que la mujer es un ser inferior y un objeto sexual.

2 Un marco legal sólido y de aplicación efectiva: Es crucial contar con leyes robustas que tipifiquen todas las formas de violencia, desde la física y psicológica hasta la económica y digital. Pero las leyes no bastan; deben aplicarse con celeridad e impunidad.

Por: Arismendi Díaz Santana
arismendi.diaz@gmail.com

El Nacional

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