Es evidente, la vida es corta. Latente mensaje de la condición pasajera que marca nuestra existencia. Frase completada en la voz latina ars longa, “el arte es largo”, esto es: Ars longa, vita brevis. A pesar de la finitud de la vida, necesitamos mucho tiempo para aprender y dominar un arte y un oficio con los que vamos a escribir nuestra historia y dejar huellas. En otra interpretación muy socorrido, la obra con un carácter propio puede rebasar la vigencia física de su autor. Nada más cierto.
Hipócrates y Séneca, griego y romano, transmitieron esta idea, en diferentes tiempos, lugares y formas, acuñando un concepto filosófico que perdura a través de las más variadas manifestaciones y virtudes artísticas, culturales y científicas. Sin duda, “el arte es largo, la vida es corta». Una invitación a aprovechar al máximo el tiempo y aceptar que solo dejamos lo que logramos, no lo que tenemos.
Dominar cualquier oficio nos lleva toda una vida, lo cual tampoco suele ser suficiente. Refleja la necesidad de permanecer, clara constancia de nuestro proceder como instrumento o medio imprescindible para alcanzar metas y objetivos.
Esto adquiere permanencia como propósito de vida, no necesariamente como un elevado plan de acción para concluir metas conexas, en varias etapas. Definida así nuestra identidad artística o profesional. En este punto, determinamos los procesos de preparación y adaptación resumidos en la pericia, dominio o control de experiencias y conocimientos.
Es, entonces, cuando se combinan el talento, la disposición y la disciplina para superar y dejar atrás la condición finita que nos limita apenas en exigencias momentáneas.
A través de las obras mismas, es decir, el arte y el genio, ya hemos dicho que podemos trascender. Así como el amor es una cosa eterna, el arte no tiene límites. Grandes pensadores, como Shakespeare y Agustín sugieren la grandeza en estas expresiones, más allá de lo contemporáneo. Esto revela, sin embargo, un uso limitado, en tareas básicas, ordinarias.
Explica la notable diferencia entre lo básico y la superioridad e inmortalidad de las grandes obras. Por ejemplo, de poesías, novelas, teatro, películas, pinturas, esculturas, danzas y cantos, óperas, manifestaciones exquisitas universales y atemporales. Sus exponentes son, por supuesto, figuras visibles. Referentes necesarios, inevitables e imprescindibles.

