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Cuentos para  niños

EL GRANJERO BONDADOSO
Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo.

A pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana.

No contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia, además de una confortable habitación para pasar la noche.

Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria musitada en la habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras:

-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de hallar refugio. Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme ayudado.

El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y cuando éste se marchaba, hasta le entregó una bolsa con monedas de oro para sus gastos.

Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se prometió recompensar al hombre si algún día recobraba el trono.

Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo llamar al caritativo labriego, al que concedió un título de nobleza y colmó de honores.

Además, fiando en la nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos delicados del reino.

PIEL DE OSO
Un joven soldado que atravesaba un bosque, fue a encontrarse con un mago. Este le dijo:

-Si eres valiente, dispara contra el oso que está a tu espalda.

El joven disparó el arma y la piel del oso cayó al suelo. Este desapareció entre los árboles.

-Si llevas esa piel durante tres años seguidos -le dijo el mago- te daré una bolsa de monedas de oro que nunca quedará vacía. ¿Qué decides?

El joven se mostró de acuerdo. Disfrazado de oso y con dinero abundante, empezó a recorrer el mundo.

De todas partes le echaban a pedradas. Sólo Ilse, la hermosa hija de un posadero, se apiadó de él y le dio de comer.

-Eres bella y buena, ¿quieres ser mi prometida? -dijo él.

-Sí, porque me necesitas, ya que no puedes valerte por ti mismo -repuso llse.

El soldado, enamorado de la joven, deseaba que el tiempo pasase pronto para librarse de su disfraz. Transcurridos los tres años, fue en busca del mago.

-Veo que has cumplido tu promesa -dijo éste-.

Yo también cumpliré la mía. Quédate con la bolsa de oro, que nunca se vaciará y sé feliz.

En todo aquel tiempo, llse lloraba con desconsuelo.
-Mi novio se ha ido y no sé dónde está.

-Eres tonta -le decía la gente-; siendo tan hermosa, encontrarás otro novio mejor.

-Sólo me casaré con «Piel de Oso»

-respondía ella.

Entonces apareció un apuesto soldado y pidió al posadero la mano de su hija. Como la muchacha se negara a aceptarle, él dijo sonriente:

-¿No te dice el corazón que «Piel de Oso» soy yo?

Se casaron y no sólo ellos fueron felices sino que, con su generosidad, hicieron también dichosos a los pobres de la ciudad.

El Nacional

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