El payaso viejo
Desde hacía varios años el viejo payaso hacía su actuación a la misma hora en aquel parque repleto de pinos, siempre con el mismo traje raído y descolorido por el paso de los años, aunque en otra época, sus colores debieron ser vistosos.
Cuando Martín y sus amigos le veían venir, se agrupaban a su lado gritando, saltando y agitando las manos llenos de alegría y le acompañaban durante el último trecho del camino hasta la plazoleta adornada por una fuente en medio y cuatro olmos, uno en cada esquina.
El viejo payaso comenzó su actuación como todos los días, dando pequeños saltos, gesticulando y tocando diferentes instrumentos como el tambor, la trompeta y el saxofón. Los niños, con la sonrisa en los labios, mantenían su mirada fija en él, adivinando lo que les contaba con su mímica.
De repente, el viejo payaso palideció, se quedó rígido y, tambaleándose, cayó desplomado al suelo polvoriento. Los niños corrieron asustados a su lado. El viejo payaso jadeaba, no podía respirar, ni hablar, aunque lo intentaba.
Martín que era su mejor amigo, empujó a todos gritando: ¡alejaos! ¡no le dejáis respirar! Los niños se separaron para que circulara el aire.
Martín fue rápidamente hacia una cabina telefónica y con mano temblorosa, logró marcar el número de Urgencias y pidió que enviaran una ambulancia.
Cuando se dirigían hacia el hospital, el viejo payaso le dijo:
– Sabes, necesito contarte una cosa. Yo era payaso de un gran circoque viajaba por todo el mundo.
Allí, yo era muy feliz porque todos pensaban como nosotros que en el planeta azul podría haber armonía y no guerras y para ello todos los habitantes intentáramos conseguirlo.
Pero un día el circo se incendió con tan mala fortuna que casi todos murieron y yo fui uno de los pocos que se salvaron. Decidí seguir haciendo el payaso, aportando mi pequeño granito de arena para hacer cada día un mundo mejor.
Martín, con lágrimas en los ojos, musitó:
– Yo pensaba que tú eras sólo un payaso de circo, que hacías reír a carcajadas todos los niños, que hacías felices a todos. Te seguiré querido payaso. Tu nariz colorada, tus zapatos grandes, tu ropa remendada, tus chistes, tus caídas hacen gracia a todos.
Te seguiré querido payaso. Ahora ya comprendo Tú conduces una vida y entran todos. Los demás están equivocados. Te seguiré querido payaso.
El médico explicó que sólo se trataba de un mareo, que su corazón estaba cansado. Y mientras se recuperaba el viejo payaso, Martín decidió entrar en acción. Después de contar la historia a sus amigos, se reunieron en el parque.
Allí quedaron de acuerdo para formar un grupo de artistas de circo; cada uno practicaría una especialidad, uno sería malabarista, otro domador, otro equilibrista, otro forzudo, etc. Martín escogió ser payaso.
No podía quitarse de la cabeza la imagen del viejo payaso. A cada paso que daba, de nuevo oía su voz.
(Cuentos infantiles cortos.net) Fernando Mansilla.

