Viendo un programa de televisión con un médico cirujano plástico invitado para hablar del auge y la importancia de esta disciplina, me llamó poderosamente la atención, la falta de información sociológica del fenómeno, que tiene la medicina tradicional.
El especialista invitado, expresó muy convencido que la demanda de cirugía plástica era por las mujeres, ya que en nuestra naturaleza «existe una preocupación constante por mantener la belleza física», en fin, dicho así o con otras palabras, el galeno aseveró que es perfectamente «normal» que las mujeres nos desasoseguemos por estar «bellas».
De acuerdo con este punto de vista tan tradicional e impuesto, no podemos dejar pasar esta visión compartida por la mayoría de quienes se desenvuelven en el negocio -porque si, es un negocio el de la cirugía estética- y por quienes lo alientan desde la ignorancia y la dominación cultural.
Recordando el análisis de Michel Foucault, filósofo francés reconocido, (https://polis.revues.org/1417), compartimos sus conceptos, sobre todo porque creemos que estamos perdiendo la cabeza -en este y otros temas, claro- que nos llevan como sociedad, a tergiversar completamente las necesidades reales.
Dice Foucault que «la coexistencia de fenómenos aparentemente tan separados como la estética, la medicina, la publicidad, el cine, por nombrar algunos, y su influencia en las normas culturales que promueven el consumismo y la búsqueda del atractivo físico, nos han apremiado a interrogarnos, al menos en teoría, el carácter natural de la vida sana, bella, o saludable, y nos ha requerido indagar en los elementos tocantes a la racionalidad, sensatez y especulación de las relaciones de poder-saber que se han venido construyendo en la actualidad».
Y estando de acuerdo, no entendemos cómo una persona especialista ignore el ejercicio de investigar más allá de lo superficial cuando la cirugía estética que practica, se vuelve un fenómeno que produce más dolor que alegrías. Es evidente que los estudios básicos de la medicina, carecen de una perspectiva de género y una ética que permita ubicar a mujeres y hombres como pacientes diferentes en sus necesidades, y ahondar en los conceptos manipulados por la cultura, como es el caso de la belleza femenina.
El cuerpo de las mujeres es un campo de lucha para todas las disciplinas y no hay ni ética ni moral exigidas para tan siquiera interpelarnos. El uso de nuestro organismo entero es de dominio público, bajo el nombre de la medicina y de la deontología inventada a la medida del androcentrismo. Y crearon una belleza reduccionista que conmueve solo al hombre machista.
Es imperativo detener la muerte de mujeres por tratar de ser mujeres bellas a requerimiento masculino tradicional. Feminicidios también.