Santo Domingo.- Los tenues rayos de sol que se filtran por las hendijas de las paredes y por los hoyos del cinc, que con esfuerzos propios, clavo a clavo levantó Germania Rosario, a base de maderas viejas, palos infestados de comején y oxidadas hojas de metal que sirven de techo, descubren lo que es un verdadero drama humano que debería avergonzar a cualquier en una sociedad moderna.
Rosario, una mujer de 30 años, a quien la vida y la suerte le han jugado una mala partida, vive en la calle Caonabo, número 41 del sector Los Calizos, de Hato Nuevo, junto a sus cuatro hijos, Lisbeth, Lissette, Moisés, y Aarón, de 12, 10, 7 y 4 años respectivamente en una morada en condiciones de extrema pobreza.
Ella no trabaja, no tiene ningún tipo de tarjeta o ayuda del Gobierno o de alguna otra institución pública o privada. Pasa sus días gracias a la ayuda de algunas personas de manera individual, y a algo de dinero que recibe cada dos o tres meses de unas de sus exparejas.

Aunque esta mujer ha podido sobrevivir estos últimos años, los días, meses, años y gobiernos pasan, pero nada cambia para ella ni para los pobres de este país.
En el interior de la paupérrima vivienda se perciben claramente los vívidos colores, y olores típicos de la pobreza extrema. Dividida por viejas sábanas que ocultan las camas que más bien parecen tumbas en un cementerio olvidado.
Una letrina con inodoro roto, viejo y sucio. Una mesa con raciones alimenticias recién donadas por gente piadosa es una clara muestra de cómo se vive ahí.
También te podría interesar: Cólera abruma a Haití: suben casos y decesos en plena crisis
Por sus paredes de madera casi inflamable, su techo que más bien parece un guayo por la cantidad de hoyos, y por la falta de ventilación y luz, esta casa podría ser considera una prisión, en donde la desigualdad, la corrupción la falta de educación y orientación mantienen como reos a una familia cuyo delito ha sido ser pobres.
No hay que tratar de descifrar qué piensan los cuatros niños: ya que debe ser muy frustrante vivir en un lugar donde no hay nada peor que irse a dormir con hambre, sabiendo que un día termina para que otro inicie con las mismas precariedades en una historia que pareciera no tener fin.

“A Dios le pido lo mismo que al Presidente, que me ayuden a vivir dignamente. Mire yo he pasado hambre y de todo, y quizás he cometido errores y he pensado cosas malas pero ahora solo estoy enfocada en vivir y en conseguir que hacer para sacar a mi familia adelante”, expresó con voz triste y ojos llorosos Rosario.
¿Qué pide?
Que le ayuden a construir su vivienda, y a poner un pequeño negocio para poder mantenerse y ser alguien productiva. Es bachiller y además tiene cursos técnicos de belleza, por lo que después de hecha su casa, con un secador y un lavador de cabeza podría emprender su negocio.