Divinizar a los héroes es una trampa. Tanto para ellos como para el resto de las personas, de manera particular para aquellas en las cuales ejercieron influencia. Lo paradójico es que en ocasiones ellos, casi siempre de forma consciente y por pura vanidad, contribuyen a esa distorsión. Es innegable que suelen construir, abonar y estimular, una imagen con la cual pretenden colocarse por encima del común denominador de la gente.
En ese contexto, cuando se dilucidan, con justeza o no, elementos que los humanizan, con los que quedan confirmados como seres con idénticas necesidades y pasiones que los demás, se produce una especie de decepción colectiva sustentada en el error de haberlos sacralizado.
De ahí la necesidad de abordar la heroicidad como circunstancia asumida por entes de carne y huesos, sin distinción de sus congéneres en su accionar privado, con la peculiaridad de que, por razones diversas, desarrollaron tareas extraordinarias.
La insistencia en esa proyección endiosada de los liderazgos mayores, lejos de ser fortuita, es interesada. Resultado de esfuerzos planificados para que personas consideradas comunes y corrientes los asimilen como personajes sobrenaturales y, en esa medida, no se les ocurra pensar en la quimera de pretender imitarlos.
La figura histórica del Coronel Caamaño ha estado sobre el tapete en los últimos días. Se trata de alguien especial, en tanto y en cuanto, en su vida militar y política coexisten dos etapas diferenciadas, donde la menor valía de la primera lo único que hace es engrandecer su dimensión, porque lo reafirma como alguien que supo trascender un pasado poco honorable.
Los testimonios ofrecidos en su contra, lejos de constituir un intento por analizar los acontecimientos en los cuales el héroe fue protagonista esencial, tienen un carácter avieso y ponen de manifiesto una inocultable campaña para disminuir su imagen ante las actuales y futuras generaciones.
Claro que el Coronel cometió errores, e incluso graves equivocaciones, y todos estaríamos en la disposición de discutirlos desde una perspectiva social, política, académica, con el propósito principal de asimilar las lecciones y descubrir cuáles serían los desembarcos necesarios en las luchas del presente.
Fuera de eso, todo se reduce a un intento por reducir la trascendencia de un personaje con el cual se puede tener discrepancias, pero que nadie puede escamotearle su coraje sin límite, la defensa intransigente de sus ideas y su disposición de pagar con la vida el costo por defenderlas. Eso merece respeto.