POR: Orión Mejía
orion_mejia@hotmail.com
Oligarquía mediática
En los medios de comunicación de República Dominicana ha emergido una especie de oligarquía mediática, que no parece regentada por los dueños de periódicos, estaciones de radio o televisión, aunque se presume que en no pocos casos se producen convenientes alianzas estratégicas vinculadas con el corporativismo.
El diccionario define oligarquía como gobierno de pocos, o cuando el poder supremo es ejercido por grupo de personas que pertenecen a una misma clase social, pero bien puede emplearse esta acepción para personas físicas y entes agrupados en organizaciones no gubernamentales que se han propuesto imponer reglas jurídicas, políticas, sociales y de negocios acorde con los intereses propios o de sus mandantes.
Esos grupos no creen en la democracia, aunque se presentan como fieles defensores del orden institucional; constituyen en esencia una guardia pretoriana al servicio de intereses foráneos, pero con sólida vocación de arreglos políticos o de negocios con grupos económicos señalados como oligárquicos.
Los integrantes de esa oligarquía mediática usan su poder de control de los medios de comunicación para imponer el contenido y destino de la agenda de urgencias nacionales, en conexión con los intereses de las grandes metrópolis.
Esa gente ha contribuido decididamente a que República Dominicana reciba hoy el trato de ratón de ferretería a nivel internacional, al punto que para reclutar a un procónsul que representaría intereses de Estados Unidos ante la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, el portal del Departamento de Estado consigna que aquí linchan a haitianos, queman sus viviendas y que el Gobierno ha desnacionalizado a 250 mil descendientes de esa etnia.
Cuando se discute la cuestión ética, los líderes de ese grupo oligárquicos son muy proclives a acusar a periodistas y comunicadores de estar vendidos al Gobierno o de aceptar payola para promover políticas públicas contrarias al interés nacional. Ellos son los impolutos, que trabajan y luchan denodadamente por una sociedad auténticamente democrática.
La mayoría de las ONG que sirven de nidos a esos grupos es financiada por agencias gubernamentales de Estados Unidos, Canadá y Europa, por lo que puede decirse que responden a intereses de esas metrópolis, en especial cuando se trata del tema de la nacionalidad e inmigración o cuando las multinacionales telefónicas se pelean.
La verdad es que el verdadero peligro para la democracia, la soberanía, las libertades públicas, la pluralidad y los anhelos de una mejor redistribución del ingreso, lo representa esa oligarquía mediática y sus mandantes.
 
 
 
                                      
             
             
             
             
             
  
                                 
                                 
                                 
                                 
                                