Pesado fardo de traición
Por mucho tiempo esa gente nos habló de la “soberanía que debíamos defender y de sumarnos a la “lucha antimperialista.” Bajo la influencia de tales prédicas mi generación participó en esas jornadas patrióticas contra “el imperialismo yanqui y sus secuaces criollos”.
Daba gusto ver a esa gente en los púlpitos de organizaciones “de base”, pregonar contra toda forma se injerencismo foráneo y denunciar los programas que ejecutaba Estados Unidos a través de la Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) para aplicar en los bateyes programas secretos de control natal.
También denunciaban a la ley PL-480 aplicada por esa misma agencia imperial, mediante la cual se concedían créditos para que el Gobierno dominicano importara excedentes de la producción agrícola de Estados Unidos, en perjuicio de productores nacionales condenados a la miseria y exclusión.
Esa gente denunciaba la proliferación de los letreros “en inglés”, la profusión de “la música americana”, las discotecas, que tenían el propósito de promover el consumo de drogas e impedir que los jóvenes conversaran sobre política. En cambio, se promovía a “la nueva trova” (“El unicornio azul”, “Iba matando canallas…”)
Los movimientos culturales y artísticos antimperialistas se multiplicaban por doquier y llegamos hasta “Siete Días con el pueblo”, (¡qué días aquellos, Francisco!). Se promovían los clubes barriales, con sus actos líricos culturales.
Fue para ese tiempo cuando comenzaron a operar aquí en el campo de la promoción social las mentadas “Organizaciones No Gubernamentales” (ONG), con fondos del Gobierno estadounidenses o de agencias colaterales. La historia comenzó a cambiar para mal.
Hoy, los dólares y los euros se transfieren de cuentas en cuentas y para esa gente, el mundo es más global y menos dramático, tanto así que hablar hoy de soberanía es “chantaje patriotero” o señal de “inferioridad insular”. La vida se ve diferente a través de un buen “Cardenal Mendoza” o un “Gran Duque de Alba”.
Las generaciones presentes tienen la obligación de no claudicar ni permitir que la obliguen a renunciar a los principios que legaron los padres de la nacionalidad. Dejen que esa gente cargue con su pesado fardo de traición. La historia de cada pueblo tiene su propio vertedero.