La semana pasada, con tantas noticias de corrupción administrativa, clientelismo político partidista, ¨negociaciones¨ entre mercaderes de la política, que ya no son ni siquiera alianzas posible por cercanías ideológicas, sino por afinidad para rapiñar, escuchábamos el reclamo del más alto prelado católico decir “Ciertamente ya van apareciendo muchos datos de escándalos…Yo creo que hace falta poner la casa en orden y para eso no hace falta más que dar unos cuantos sablazos¨. (Siempre difícil escuchar propuestas de más violencia justificada para solucionar problemas, más cuando es un pastor de la iglesia quien las manifiesta).
Sin embargo, en este panorama monotemáticamente electorero dos noticias fueron especialmente conmovedoras, por un lado, el alta dado a la menor de 17 años que intentara suicidarse en el puente de la 27 de Febrero de la capital, por estar embarazada, y el asesinato de otra adolescente de 15 años, en Santiago.
La primera, sonriente desde la fotografía a su salida del Hospital Ney Arias, en algunos periódicos difundida sin protección a pesar de ser menor, al lado de su madre que no puede esconder la felicidad de recuperar a su única hija, emprende ahora la ruta de su vida, dice, dispuesta a seguir estudiando y reintegrarse a su cotidianidad. Una historia de lo difícil que es para una niña crecer con un buen final después de tanto sufrimiento.
La otra noticia es de Yenifer Peralta, 15 años, cuyo cuerpo sin vida, con señales de trauma cráneo encefálico facial severo, fue encontrado en unos terrenos de la Avenida Circunvalación de Santiago. Un tal Rafael Antonio Morán (Pirulo), de 26 años, dice que la mató porque le dio un dinero para comprar drogas para los dos, pero ella se lo robó. El padre de la menor asesinada, justificó sus desvelos debidos, diciendo que esa niña vivía con su madre desde los 4 años y ¨llevaba una vida desordenada¨. (Ella, la niña!).
Ambas adolescentes muestran que el gobierno y la sociedad deben reconocer a niñas, niños, adolescentes y jóvenes, primero como personas, y luego, como personas sexualmente activas y por lo tanto, garantizarles sus derechos sexuales y reproductivos mediante políticas, leyes y programas específicos. Que los derechos humanos en general también se aplican a niños. niñas, adolescentes y jóvenes, es un concepto relativamente nuevo, consagrado internacionalmente por la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989, y ratificada por 191 países, entre ellos el nuestro, algo que 26 años después, debería estar incorporado ya a nuestro imaginario nacional.
Si no es así, seguirán muriendo, hasta en vida!