Opinión convergencia

Aida Trujillo Ricart

Aida Trujillo Ricart

Efraim Castillo

A comienzos de junio de 2009, Freddy Ortiz deseaba conocer mi opinión sobre el premio nacional de novela (2008) que el Ministerio de Cultura había otorgado a la hija de Ramfis Trujillo, Aida Trujillo Ricart, por su obra “A la sombra de mi abuelo”. Esto le escribí a Freddy:
Estimado amigo:

Hoy lunes tengo la agenda completa con el Maestro Oviedo, a quien le estoy escribiendo una monografía de sus murales. En esa reunión con Oviedo también participará Mariano Hernández, quien tomará las fotográficas de las obras. Sin embargo, Freddy, puedo decirte que, respecto a la polémica desatada por ese premio, no estoy en contra de que se concedan premios literarios -ni de ninguna otra índole- a temas que se centren en la dictadura de Trujillo; sobre todo, porque la literatura debe atravesar la historia desapasionadamente, sin banderías, y por ende las coyunturas sociales y sus protagonistas.

Aún no he leído el texto de “A la sombra de mi abuelo”, e ignoro si reúne la calidad para el otorgamiento del premio; pero según he escuchado de labios de uno de los críticos dominicanos que respeto, dos de los tres integrantes del jurado seleccionador fueron escritores extranjeros consagrados: Manlio Argueta (1935-), un poeta y novelista salvadoreño que perteneció a la autodenominada “Generación comprometida” de su país y autor de “Un día en la vida”, traducida a varios idiomas (entre ellos el inglés y el alemán); y Jorge Luis Volpi Escalante (México, 1968), un magnífico representante de la “Generación del crack”, cuya novela “En busca de Klingsor” (1999), ha sido celebrada por la crítica hispanoamericana.

Estos dos escritores, más nuestro laureado Roberto Marcallé Abreu conformaron el jurado del premio, y creo sinceramente que su fallo legitima el galardón, algo que la cordura crítica deberá respetar, tal como aconteció con el premio a la novela “Los que falsificaron la firma de Dios” (1992), durante el balaguerato.

El tema de Trujillo se juzga en el país con doble moral: a sotto voce una parte de la sociedad alaba sus obras, rememorando los “apacibles” días de la dictadura; mientras que con gritos y rencores se maldice su política delictiva. El trujillismo (1930-1961) ha sido desde la fuga de los hijos y familiares del dictador, uno de los temas editoriales más lucrativos del país; y aún hoy -cuarenta y ocho años después de su muerte- lo sigue siendo. Por eso —y no es de extrañar— que sobre el trujillismo se haya escrito y publicado más —¡muchísimo más!— que sobre el resto de nuestra azarosa historia.

Por todo esto, estimado Freddy, aunque respeto el premio otorgado a la novela “A la sombra de mi abuelo”, de Aída Trujillo Ricart, la hija de Ramfis, no podría emitirte mi juicio crítico, porque como te apunté, aún no la he leído. Pero sí puedo decirte que el tiempo, ese inexorable verdugo que ondula, equilibra y recompone la historia, será con certeza el mejor de los jueces.
(De mi libro inédito, “Misivas atadas al viento”)