El paso por eL territorio nacional del huracán Fiona puso en relieve el preocupante incremento de la pobreza y ampliación de la brecha social en un país cuya economía ha crecido por encima de un 5 % en 30 de los últimos 32 años.

Los mayores destrozos causados por ese ciclón han sido en las provincias La Altagracia, El Seibo, Hato Mayor y Samaná, declaradas junto a otras demarcaciones en situación de emergencia, en todas las cuales los daños afectaron principalmente a familias signadas por la miseria.

Las estadísticas sobre pobreza y pobreza extrema distan mucho de la realidad, aunque el Ministerio de Economía las situó el año pasado en 23.85 %, en comparación con las de 2020, que ascendió a 23.36 %, en tanto que la pobreza extrema se redujo en 0.45%, al pasar de 3.51 % a 3.06 %.

Durante la pandemia, la economía se desplomó en un -29 %, por lo que no resulta fácil asimilar que la pobreza extrema se redujo entre los años 2020 y 2021, más aun cuando la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), afirma que durante ese período se agregaron cinco millones de personas a esa lista fatídica que agobia a 85 millones de ciudadanos en la región.

Lo que ha desnudado Fiona es el drama de la pobreza y pobreza extrema, cuyos niveles se incrementan o se mantienen relativamente inalterables durante más de tres décadas, período durante el cual el Producto Interno Bruto (PIB) se ha cuadruplicado.

Sin recuperarse aún de los graves daños infligidos por el huracán María, Puerto Rico fue asolado por el ciclón Fiona, quizás en mayor proporción que los destrozos sufridos por República Dominicana, pero ninguno de esos fenómenos desvistió un nivel de pobreza en Borinquen como lo ha hecho aquí.

Si dramática es la pobreza, mayor es el ensanchamiento de la brecha social en una economía que crece, incluso en periodos de crisis financieras mundiales, como la causada por la explosión de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos, cuando el PIB local creció en 3,5 %.