Editorial

Arlequín

Arlequín

Un grupo de organizaciones populares, sindicales políticas y empresariales ha convocado a una jornada nacional de protesta contra  el proyecto de reforma fiscal propuesto por el Gobierno, con lo cual ejercen un derecho consagrado en la Constitución, aunque se consigna que esa iniciativa debe  ser pacífica.

Una auténtica democracia  es  siempre garantista  de la prerrogativa ciudadana al disenso, a  oponerse a políticas públicas que  estimen perjudiciales para sus intereses particulares o dañinas para toda la población.

Ese proyecto de reforma fiscal aprobado ya  en el Senado, no  es percibido por la ciudadanía como morocota de oro, a pesar de que  su  aplicación proporcionará al Gobierno más de 45 mil millones de pesos anuales, con el incremento de impuestos y aplicación de nuevos gravámenes.

El Gobierno está compelido a garantizar el derecho de la población a expresarse  con toda libertad en torno a un proyecto que la obliga a tributar más para cerrar una brecha fiscal de la que no se siente responsable, aunque del lado oficial nada se ha hecho para identificar a los culpables.

Los convocantes a esa jornada de protesta están en la obligación de respetar el derecho  de los ciudadanos a respaldar esa reforma fiscal o a no participar en los actos de rechazo, porque  debe subrayarse que la democracia también se sustenta en la diversidad de ideas o pareceres que  no siempre confluyen.

La Policía debería olvidarse de ejercer  el desagradable papel de preboste y convertirse en entre previsor  y garante de los derechos ciudadanos con la sola condición de que se canalicen siempre conforme a la ley y el orden.

A lo que se aspira es que  una vez transcurrida esa protesta nacional que se expresaría en  ausencia laboral y marchas, no se reporten muertos ni heridos ni daños a la propiedad pública o privada, resultados a los que se obligan los organizadores y propias autoridades.

Ojalá que el Gobierno, en vez de  confundir silencio con  adhesión, escuche a las voces disidentes y promueva un tipo de consenso nacional basado en la pluralidad, justicia ante un  asunto de tanta trascendencia social como  lo es  ese proyecto que, aunque presentado como arlequín, la gente lo percibe como demonio.                                          

El Nacional

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