El arte de convertir en marca
Hay figuras que emergen en el medio, como cantantes de merengue, bachata o salsa, que en determinado momento alcanzan propaganda y notoriedad merced a la pegada de un tema musical que debería servir para apuntalar su carrera.
Se diría que dan en la diana, pero no saben aprovecharlo. Se limitan a comprar un carro, a mudarse en un sector residencial, a la adquisición de prendas, ropa costosa y de marca, como si eso fuera lo esencial y lo único necesario para sustentarse en el arte.

Se dejan deslumbrar por el repentino éxito, y le dan de lado a las tareas que se requieren para proyectar una figura artística.
Ignoran que la parte más pesada es la que viene después, para lo que se hace necesario desplegarse como los cohetes, que van quemando fases y activando propelentes a medida que van ascendiendo en el espacio sideral hasta completar la estadificación en serie.
Es cuando más fuerza, empuje y energía se requiere hasta alcanzar la necesaria órbita que ya, sin ningún esfuerzo, puede ser geo-estacionaria.
Muchos neo-artistas carecen de los criterios y fundamentos para convertirse en una marca, como lo han hecho los establecidos, llámese Juan Luis Guerra, Johnny Ventura, Fernando Villalona, Sergio Vargas, Héctor Acosta, Lo Rosario, Toño, Peña Suazo, Kinito.

Son las figuras que en los 80’s se convirtieron en marcas artísticas, y se mantienen vigentes, en el presente, y rumbo al futuro como Radio Guarachita.
Mientras otros, que fueron sus contemporáneos, desaparecieron, o pertenecen al grupo que se presenta de manera conjunta en el colectivo denominado “Los Años Dorados”, convocando a la nostalgia y al recuerdo, porque no supieron, pudieron o quisieron, establecerse como marca.