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Las voces que en la década de los 70 y 80 dejaron una huella imborrable en la memoria histórica de la radio en Santiago y más allá: Ramón de Luna, José Guillermo Sued, Alejandro Sánchez, Leonardo Aguilera y Haime Thomás, han sido profesionales excepcionales, prodigiosos, reconocidos por su inconfundible capacidad para informar y entretener, un carisma único que lo hizo destacar como las voces que conquistaron las ondas.
Juntos, estos Íconos del aire, con su talento, pasión y dedicación, en sus años mozos lograron transformar la comunicación radial en una experiencia que conectaba de manera profunda con los oyentes. Corrían los años 70-80 cuando sus voces fueron una ventana para entender y sentir la República Dominicana, desde el corazón del Cibao hacia todo el país. Cada emisión que salía de sus cabinas no solo informaba; creaba una relación casi personal con los oyentes, quienes los sentían cercanos, como parte de su día a día.
Leonardo Aguilera «el que más entretiene», Alejandro Sánchez, «el feo nuclear» José Guillermo Sued, «único», Haime Thomas: «la perfección es el único don que la naturaleza le ha negado al ser humano, pero aún reconociéndolo tratamos de perfeccionarnos» y el maestro Ramón de Luna, la voz de las voces.
Fue una época dorada, cuando el talento encontró su espacio.
La radio dominicana vivió uno de sus momentos más relevantes, y los iconos del aire, situados en el corazón del Cibao, fueron figuras clave que hicieron vibrar las ondas radiales.
En ese tiempo, la radio no solo servía para transmitir noticias o música; era el pulso de la vida cotidiana, el vehículo para la expresión popular. Los profesionales de la radio se convirtieron en una parte integral de la vida de los barrios santiagueros, especialmente en la emblemática ciudad de los 30 caballeros.
Era un tiempo en el que las voces de Sued, Sánchez, Aguilera, Haime Thomas y Ramón de Luna representaban mucho más que simples palabras al aire; eran el alma de una generación que encontraba en sus relatos y risas un refugio de alegría, identidad y esperanza. Este periodo de esplendor marcó para siempre a una generación. Fue una época irrepetible, pero existió, y los jóvenes admiraban esas voces que resonaban desde los radios, creando una conexión emocional con sus oyentes.
La vida se movía rápido, como el agua de un manantial que fluye sin detenerse, pero en ese flujo había momentos de oro, que quedaban grabados en la memoria colectiva. Aquella vibrante época de la radio también simbolizó la llegada de nuevos sueños y nuevas formas de mirar la realidad del país. Las voces de las Ases del micrófono hicieron de cada emisión un momento único, creando una comunidad en torno a su carisma y su talento.
El tiempo, como siempre, hizo su trabajo, y la vida de estos colosos de la radio dio un giro inesperado. Pero sus legados, lejos de desvanecerse, evolucionaron y tomaron nuevas direcciones. Leonardo Aguilera, quien siempre había demostrado una mente lúcida y un deseo de seguir aprendiendo, se formó académicamente en ciencias económicas, logrando un doctorado en la materia.
Por: José Manuel Castillo Betances

