Osvaldo Bazil, nacido el 5 de Octubre de 1846 en San Cristóbal, el más fino y laureado poeta, embajador, periodista y escritor de nuestro pueblo y uno de los más geniales de la nación dominicana y del continente americano, acaba de cumplir 146 años de su doloroso fallecimiento.
La muerte de Bazil tiene matices tenebrosos y tintes de dignidad, vergüenza y honor, ya que sufrió los rigores de Rafael Leónidas Trujillo Molina, no obstante su probada lealtad al tirano.
Bazil realiza un viaje a New York, pero al regresar de aquella urbe, se enteró de que Trujillo no quería saber nada de él, pues estaba en desgracia política por haber sostenido en Estados Unidos un cambio de impresiones amistosas con dos opositores a la dictadura y ello significaba en la concepción de Trujillo, una supuesta deslealtad, ya que no perdonaba a quienes conversaban con sus adversarios.
Ya edificado Bazil de tal situación, un poco angustiado acudió a su amigo y protector, Don Abelardo Nanita, entonces secretario de Estado de la Presidencia, quien lo recibe con su gran sentido y gentileza acostumbrado.
El señor secretario Presidencial le dice a Bazil: “Oye Osvaldo, tú sabes que yo te estimo y dispuesto siempre a servirte, pero no me vuelvas a ver, porque no quiero que me suceda lo mismo que a ti, ¿comprendes?, y ni siquiera me visites”.
Nostálgico y cabizbajo, Bazil salió de aquella entrevista que era su única esperanza y al primer amigo que vio en la calle, le contó lo sucedido, y le dijo: “Ya hasta Nanita mi hermano me ha negado, yo debía morirme, pero no tengo valor para matarme. No lo haré”
Después de un largo tiempo, Osvaldo Bazil se enferma seriamente y se interna en el Hospital Padre Billini de esta ciudad capital.
Rafael Leónidas Trujillo Molina se entera del quebranto del poeta, llama al secretario Nanita y le dice: “Quiero que usted me informe bien del estado de Bazil y me lo comunica inmediatamente”.
Don Abelardo fue a visitarlo en su lecho en el Hospital, y al verlo Bazil le dice: ¡Que milagro tú aqui! Y Nanita le responde: “vengo de parte de el Jefe a entrarme de tu salud”. Bazil simula cierta alegría, que era incierta, y tras un dialogo Nanita regresa a la presidencia e informa a Trujillo su estado de salud, el cual era muy grave y apenas tenía asistencia médica muy impropia.
Entonces Trujillo le ordena al secretario Nanita: “encárgate de que se le traslade por mi cuenta a la clínica más conveniente, y lo trasladan al hospital Padre Billini y le expresa la orden de Trujillo, pero Bazil no acepta la solicitud, resignándose a morir allí y no en una moderna clínica, falleciendo al otro día.
Así murió en paz y la frente en alto, tallado de dignidad Osvaldo Bazil, rechazando la orden de Trujillo. En ocasión al 12 de octubre de 1946, Bazil recibe póstumamente de la Real Academia de la Lengua Española el Premio Día de la Raza, una condecoración, un diploma y 500 pesos, pero ya estaba muerto.