Retomar el camino
Señor director:
En un país de exclusión total, es difícil pensar a dónde se van a meter diez millones de ciudadanos. Los viejos cánticos dicen que ante la ley, la justicia y la dispensa de los platos todos somos iguales, pero ello no es así. En todo el mundo manda una élite, y los demás están para hacer la corte.
Llegar a los diez millones de dominicanos puede ser un hecho natural en el crecimiento de un país, pero deja perplejo cuando uno se pregunta de qué se van a alimentar, dónde van a estudiar y cómo van a solucionar sus problemas de asistencia de salud y sanitarios.
La tendencia es que cada día haya más marginados, por la mala distribución de las riquezas o sencillamente debido a que las nuevas tecnologías eliminan los empleos. Detrás de la automatización de los negocios, hay decenas de personas que se van para la calle.
Por las claras divisiones sociales, nunca un dominicano diez millones procedería de las capas “altas” de la población. En las clínicas se reservan los datos estadísticas, o sencillamente piden permiso para la publicidad. En los hospitales no, es una forma de promocionar los partos que se hacen.
Un bebé sin nombre ni apellido, viviendo en medio del lodo y las desigualdades es el que llega como el ciudadano diez millones. Es una escenificación de lo que debe ser nuestra conciencia, nuestras vergüenzas, nuestros despropósitos y la falta de visión para buscar un mundo mejor.
Las desigualdades sociales donde nace este bebé sin apellido ni techo, no son culpa de él, sino del sistema. Hay millones como él, que llegaron al mundo sin pañales y sin futuro. Es un espejismo de vida, donde cada día deben luchar contra las infecciones, el hambre y la desesperanza de sus padres.
Pero es un reflejo de lo que somos, de cómo se esfumó la capacidad de indignación de los que otrora trataron de cambiar el mundo. Es poner un punto de realidad a los que hacen discursos ditirámbicos sobre la Independencia Nacional o la Restauración, pero nunca dan un paso adelante.
Muchos de los hombres que con su pensamiento cambiaron la humanidad nacieron entre el lodo y la putrefacción social. Vencieron adversidades y de sus privaciones levantaron tribunas para la redención. Nacer en cuna con estiércol de animales, como pasó hace muchos siglos, redime a una humanidad perdida en sus propias vacuencias. Hay que mantener el espíritu de luchar por un mundo mejor.
Atentamente,
Manuel Hernández Villeta