A la crisis económica y financiera que abate a España se agrega ahora un virtual crack político e institucional con el reclamo de dimisión del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, formulado por la oposición a causa del escándalo desatado con la revelación de que la Tesorería del partido oficial manejó una cuenta secreta y distribuía dinero ilegal a funcionarios y dirigentes.
La Fiscalía Anticorrupción investiga de modo directo al extesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, porque supuestamente realizó pagos periódicos desde 1990 a dirigentes de esa organización, incluido al presidente Rajoy, quien ha negado la acusación y rechazado renunciar.
A causa de los papeles de Bárcenas, la prima de riesgo española se hundió aún más en las bolsas de valores, en tanto que la combinación de crisis económica y crisis política provoca las pérdidas de 8,500 empleos diarios, lo que zarandea al Palacio de la Moncloa, y otro escándalo de corrupción, relacionado con un yerno del Rey Juan Carlos afecta al Palacio de la Zarzuela.
Bárcenas, de quien se dice posee una cuenta en Suiza por 22 millones de euros, ha sido requerido por la Fiscalía para que responda por una cuenta paralela que se nutría con contribuciones al Partido Popular y de la que disponía de dinero para su provecho o distribuirlo entre compañeros de partido y funcionarios públicos.
La corrupción es un cáncer que se extiende rápidamente por todo el tejido de naciones grandes y pequeñas a las que devoran hasta destruir sus órganos vitales, tanto institucionales como económicos, por lo que se requiere aplicar efectivas medicinas preventivas o duros remedios de carácter penal para cortarlo de raíz.
La tragedia española se erige como dramático ejemplo para República Dominicana, cuya anatomía política, económica e institucional ha sido aguijoneada más de una vez por el cáncer de la corrupción, agravada por una enfermedad igual de catastrófica, como la impunidad.
La gravísima crisis económica que estremece a España ha sido causada principalmente por la especulación financiera y por la contaminación de la que estalló en 2008 en Estados Unidos, pero la clase política española es la responsable hoy de la crisis ética y moral que sacude a esa nación.
A lo que se aspira es a que Gobierno, partidos y sociedad dominicanos se reflejen en el penoso espejo de España y procuren con la espada de la ley cercenar todas las cabezas de esa hidra llamada corrupción.

