Trampas electorales 2 de 2 –
El fraude electoral no se limita al momento en que se deposita el voto en la urna, sino que el sistema mismo está organizado y funciona para imponer contra la voluntad popular a los que detentan el poder y se benefician de él, por lo que en esencia lo convierte en inequitativo o francamente parcializado.
Las organizaciones emergentes opositoras, llamadas minoritarias, tienen grandes trabas para obtener su reconocimiento y si lo alcanzan es a condición de pactar con el oficialismo, salvo raras y honrosas excepciones.
Si las opositoras más firmes obtienen la habilitación de la JCE, pierden esa condición en el proceso, por el carácter excluyente del sistema, y sus seguidores terminan engrosando la franja abstencionista.
Esto sucede porque la JCE y el TSE actúan por órdenes del oficialismo, sin disimular la manipulación en sus decisiones más importantes, como ha ocurrido al mediar en las disputas internas del PRD y PRM.
Cierto, los reeleccionistas carecen de respaldo popular, pero el gobierno ha multiplicado los “electores cautivos”, los cuales abultan las nóminas de las instituciones públicas o son incluidos en nominillas.
Como parte del fraude y para asegurar el voto duro, el gobierno también ha dispuesto que muchos de sus seguidores cobren en varias de sus dependencias, como ocurre en Educación con la tanda extendida.
Pese a los esfuerzos del reeleccionismo para imponerse, la oposición puede hacer abortar ese propósito si moviliza desde ahora a los distintos sectores sociales y políticos bajo las mismas consignas y objetivos.
Un nuevo gobierno de amplias mayorías es posible a partir del 16 de agosto, si esa oposición asume un programa consensuado y coloca en primer plano el interés nacional por encima de los particulares.