La diplomacia del descrédito asumida por el Gobierno de Haití para crear la percepción en la comunidad internacional de que República Dominicana ejerce una política migratoria discriminatoria contra inmigrantes haitianos tuvo un gran traspié con el informe de la Organización de Estados Americanos (OEA) que no presentó evidencias sobre tales prejuicios.
Ante el resultado absolutorio de esas indagatorias realizadas en Santo Domingo y Puerto Príncipe, el secretario general de la OEA tuvo que limitarse a proponer un tipo de tutelaje de la soberanía dominicana disfrazado de diálogo, que obviamente fue rechazado por el Gobierno.
Sin municiones en la carabina de infamia, Haití opta ahora por su vieja manía de prohibir o entorpecer el libre comercio intrafronterizo, esta vez con la estrambótica mentira de que la harina dominicana tiene “un componente cancerígeno mortal para el consumo humano”, por lo que anunció restricciones a su comercialización.
Es esa una grosera e inaceptable medida de retaliación, porque las autoridades haitianas saben que desde hace casi diez años que los industriales de la harina no usan bromato de potasio, lo que resulta fácilmente comprobable.
Desde hace más de tres semanas, Haití exigió a los molineros una serie de certificados de Libre Venta, aunque el propósito es impedir las exportaciones de harina a ese mercado, que alcanzan los 40 mil quintales de harina por un valor superior al millón de dólares.
En el plano migratorio, Haití pretende otro golpe bajo con el impedimento de ingreso a su territorio de ciudadanos haitianos, como fueron los casos de las hermanas Sondra y Sendhaif Aimé Pierre y su cuñado Androy Pierret, quienes viajarían a su país para diligenciar la obtención de sus documentos personales.
La pretendida prohibición o restricción a importaciones de productos básicos desde República Dominicana y el impedimento de ingresos a su país de ciudadanos haitianos constituyen groseras expresiones de retaliación, incompatibles con la posibilidad de que se pueda encaminar algún tipo de diálogo bilateral, como de buena fe se sugiere.
No hay dudas de que el Gobierno de Haití, con tan deleznables iniciativas, parece ejercer una renovada ofensiva de provocaciones en procura de una confrontación mayor, lo que obliga al Gobierno dominicano a no aceptar chantaje y continuar con su programa de control migratorio. El tiempo dirá.

