Editorial

Cien

<P>Cien</P>

Camino a sus primeros cien días, el presidente Danilo Medina intenta encender la locomotora de la economía que intempestivamente se apagó, al parecer por un sobrecalentamiento causado por la inyección excesiva del gasto público, un tipo de combustible que quizás pudo  fundirle el motor.

Empujar con propias manos máquina tan pesada como el complejo ensamblaje productivo nacional, no  resulta tarea fácil, aunque se admite que  en ese propósito el mandatario ha  sudado la gota gorda, sin poder todavía  colocar todos los  vagones sobre rieles.

No es mucho el tiempo transcurrido para que la sociedad aspire a  que  ese tren sea completamente reparado, ni aun para restablecer una marcha limitada, pero debe decirse que  al menos las autoridades  han hecho algunos  arreglos  cosméticos que reflejan buenas intenciones.

Los programas de austeridad de promoción de las Pymes, titulación de inmuebles, transparencia en las importaciones de  alimentos  agrícolas y pecuarios, reducción de viceministros, son algunas de las iniciativas oficiales que servirían para higienizar la locomotora y la vía del tren.

El problema mayor parece ser la evidente disparidad entre el Ejecutivo y la población en torno al nuevo combustible para echar a andar esa mole, que sería financiado con más impuestos que figuran en una reforma fiscal que cubriría el déficit presupuestal abierto en un  abrir y cerrar de ojo de pollo.

Aun así,  al Presidente no le queda de otra que  solicitar el auxilio del Fondo Monetario Internacional, cuya fórmula para activar la locomotora de la economía casi siempre consiste en convocar a la gente para que empuje el armatoste en la esperanza de que el motor se active por  sí solo.

Se sabe que entre los sacrificios que exigiría  el FMI para concertar un acuerdo  con el Gobierno, figuraría completar el pago de más de 700 millones de dólares  adeudados a generadores de electricidad y  aumentar o readecuar el precio de la tarifa eléctrica, lo que  significaría en enero otro golpe a la yugular de la ciudadanía.

A cien  días de iniciar  su calvario, el presidente Danilo Medina merece  al menos el beneficio de la duda, respaldo y comprensión de una sociedad que no  puede ni debe valorar su gestión  en tan corto y acuciante período. Déjenlo trabajar.

El Nacional

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