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Como cada Domingo: El Soberano… ser o no ser

Como cada Domingo: El Soberano… ser o no ser

José Rafael Sosa

El día siguiente al anuncio de las nominaciones del Premio Soberano y no se produzcan reacciones en los más variados tonos de rechazo, las renuncias al honor de serlo, la protesta por las omisiones, las críticas por sus yerros, las posturas para descalificar a los cronistas que nominan, la oposición disimulada, en esa oportunidad el galardón habrá perdido su sentido de ser y la necesidad que tiene la sociedad toda de reconocer como lo merecen sus artistas clásicos y populares, ese mismo día, El Soberano dejará de ser considerado importante y necesario.

El debate, la controversia, la confrontación y hasta las renuncias a nominaciones son consustanciales a un premio de arte como El Soberano.

Ningún espectro de nominaciones de un premio determinado, por definición, es incapaz de ser 100 x ciento completa y justa. Quienes nominan a cualquier premio, por raro que parezca, son seres humanos, y por tanto, sus decisiones estarán marcadas por las limitantes de esa condición.

Quienes nominamos en El Soberano, olvidamos (o no nos cupo en las cinco casillas de nominación), las obras teatrales: 7 años, producida por Atrévete SRL (Gianni Paulino), se nos quedó La casa de Bernarda Alba (dirección Indiana Brito) en Sala Ravelo; se nos olvidó ubicar donde debía ser (o no había espacio) al documental Santo Domingo (José Enrique Pintor); le atribuimos la producción de la obra El Vestidor a Mario Lebrón, cuando a quien corresponde ese honor es a Exmin Carvajal; olvidamos nominar como video a Todo cambiará (Rafael Solano, Jochy Fersove y Edilenia Tactuk); en teatro musical, en cuya categoría solo hay cuatro obras, se pudo poner una quinta: Marilyn Monroe, última llamada, musical de Antonio Melenciano (un claro error que tengo que admitir, porque estuve allí deliberando); En cine, dejamos fuera al documental Santo Domingo, primera de América (José Enrique Pintor, con guión de Huchi Lora).

En las nominaciones de teatro del 2020, olvidamos igualmente nominar actores, actrices, directores y solo votamos por obras teatrales, algo que podría entenderse, pero no justificarse por lo irregular de un año de pandemia, pero pudo haber sido mejor integrada la nominación con los talentos.

Pese a todo ello, El Soberano ha demostrado su incidencia en el público y los artistas. El premio es necesario para alimentar la ilusión y la esperanza de la gente al ver premiada la labor artística. Es lo que fue posible nominar, lo que se recordó, por lo que se votó en cada caso.

Suscribo, por responsabilidad, sus nominaciones que, como vemos, no son perfectas. Son el resultado de lo que era posible para relanzar el premio nada menos que con la selección discriminante de dos años, 2019 y 2020, en los que se dejó de dar. El Soberano seguirá cobrando trascendencia. Y ojalá existan otros muchos premios al arte. Ojalá.