La amnistía fiscal que acompaña el proyecto de reforma tributaria aprobado a unanimidad por el Senado ha sido el premio de consolación para contentar, o estigmatizar, a los sectores empresariales que objetaron la creación de nuevos impuestos sin una reducción sustancial del gasto, incluyendo los privilegios de los propios congresistas.
Como todavía la pieza está pendiente de aprobación por la Cámara de Diputados, los grupos empresariales que han clamado transparencia, respeto a las reglas de juego y que supriman privilegios tienen tiempo de pronunciarse contra la amnistía con la que se ha pretendido, no beneficiarlos, sino desacreditarlos. Con toda la mala fe, porque también se trata de un elemento de discordia.
En modo alguno pueden sentirse bien aquellos empresarios que han cumplido religiosamente con sus tributos con una gracia que sólo beneficia a los morosos, amén de que privará al Gobierno la captación de recursos en una proporción que podría disminuir considerablemente el monto proyectado con los nuevos impuestos.
No han sido dos ni tres los especialistas que han planteado que con más eficiencia y rigor en la aplicación del Itebis y otras normas el Gobierno obtendría los recursos que necesita para cubrir el déficit que arrastra sin necesidad de castigar a la clase media y los sectores populares con otra carga tributaria.
Pero el presidente del Senado y los demás congresistas del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) han buscado salirse con las suyas con un golpe bajo. Para no tocar el barrilito ni sus infames privilegios han metido una cuña en la clase empresarial, sin reparar siquiera que el indulto fiscal cuestiona su capacidad y eficiencia. Aunque sea lo que menos les importe.
Premios tan bochornosos como la amnistía fiscal y la transparencia no son compatibles. De no rechazar lo que representa a todas luces un caramelo envenenado los gremios empresariales que han clamado por reglas claras como base para consolidar el sistema institucional se hacen cómplices del mismo desorden. Se supone que no son tan ingenuos como para no darse cuenta de la intención del indulto.
Los congresistas han demostrado que sus intereses personales y políticos se anteponen a los nacionales. De no ser así se hubiera sentido siquiera un aguaje frente al exceso en el gasto, sobre todo durante el proceso electoral, que ha provocado la imposición, contra viento y marea, de una reforma con el marcado propósito de incrementar las recaudaciones.
La amnistía, como premio a la morosidad, es lo peor que se le ha podido ocurrir a un Poder que lo único que ha tenido bien definido es legislar para su beneficio.

