En arte nada es simple, aunque se vea, lea, oiga, sienta.
En las diferentes manifestaciones artísticas urbanas a desarrollar en este soliloquio-conversatorio se dice que se va a tratar de acercarse al dembow, reguetón, grafiti, literatura, lenguaje, simbología, vestuario y gestualidad, en mi opinión, uno solo bastaría para la especulación antropológica y social. Reitero, trataré solo de abordar desde un punto de vista “crítico”.
La música en general y la literatura de la música, sus ritmos, han influenciado siempre a la sociedad porque son sus hijos legítimos. Ni la pintura ni literatura… nada se le puede comparar. Enumerarlos aquí sobrepasa las intenciones de estos párrafos al aire, en mi caso como observador de nuestra sociedad en todas sus manifestaciones, para “aprovecharla” en narrativa, poesía y un no extenso etcétera.
A la mayoría de los ejecutantes y virtuosos de estas maneras de expresarse lo mueve el éxito, y por ende, lo beneficios materiales, en sus derechos, pero en la búsqueda de ese sueño, vienen también lo que termina importando y que va a definir sus aportes, cuando el dinero no llega y si llega, se va por la tangente, que es la calidad.
La primera actitud hacia algo nuevo es el rechazo inconsciente que se vuelve consciente por la aceptación del medio donde vivimos. Esa es una ley general ante todo lo que llega a transformar una forma de sentir, hablar, desenvolverse en la vida. A nuestra sociedad los cambios les llegan por “influencias” o lo que antes (con un término que ya no se usa, llamado transculturación, que fue sustituido por el de globalización), apoyado en el desarrollo de la tecnología cada día más avasallante; el anterior, el de transculturación, estuvo apoyado en la forma tradicional del conocimiento existente, como la imprenta y su derivado, el libro.
Tratando de dar una definición por intuición de transculturación, sería, imposición de valores estéticos foráneos a otros foráneos, pues no le es fácil a una sociedad pequeña como ésta crear algo nuevo en la línea de lo que este panel quiere desenvolverse y con la calidad que requiere sino con un trabajo arduo. Que ahora se imponga por la imagen y la oralidad, como Globalización, que es el “Cristo Crucificado” de nuestra percepción de esta “realidad”, es explicable.
Respecto a la simbología es mucho más sutil que lo que pueda uno imaginarse. Rastrearla no es reino de este mundo, pero reconozco es lo que quedará en la memoria.
No hay que recordarle a nadie, que todo lo que somos respecto a los cambios y origen de nuestra visión interior y exterior se lo debemos a los países desarrollados, los admiremos o no, como los Estados Unidos, Europa y África.
En literatura como en música, con todo su poder subversivo a su disposición eso es normal. Así cómo evoluciona el hombre, para utilizar un término, como puede ser cualquier otro, a hacerse, moralmente hablando, potable a los nuevos gustos, es decir, convertir en bueno lo que pensamos que vino como malo, (términos de la moral tradicional).
Lo que si hay que tener claro es que la permanencia en el “gusto” dominante, de cualquier forma expresiva artística, es transformada a las necesidades expresivas de la sociedad “oprimida”, la primera es la que impone, dándonos un amague de liberta mediática.
De creernos lo que no somos, pero en este caso, somos un Dembow, por ser un… no sé quien es capaz de definirlo, pero mientras llega la definición oficial, diré que es una energía sexual, oriunda de la idiosincrasia de la dominicanidad, es decir de nuestro crisol de razas; en cambio, el Reguetón lo es de las ideas, crítica al modo vivendis de la inmediatez, que es la cotidianidad, con repercusiones de deudas sociales.
El autor es escritor.