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Cristóbal Colón mantuvo ambigua relación con los reinos de España y Portugal

Cristóbal Colón mantuvo ambigua relación con los reinos de España y Portugal

El rey Juan II de Portugal recibió a Cristóbal Colón en tres ocasiones.

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La investigación moderna ha revaluado la documentación disponible —cartas, crónicas, actas reales y testimonios indirectos— mostrando que Cristóbal Colón mantuvo una ambigua relación con los reinos de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, de España, y Juan II de Portugal.

 Su comportamiento durante los años 1480–1493, especialmente su contacto reiterado con la corte portuguesa, permite analizarlo desde tres perspectivas: la lealtad política, la posible traición diplomática y la sospecha de espionaje estratégico.

Cristobal Colon

A fines del siglo XV, la península Ibérica era un espacio de intensa competencia marítima.

 Portugal, bajo los reinados de Alfonso V y Juan II, había consolidado su expansión por la costa africana, dominando las rutas del oro y del comercio esclavista. Castilla, en cambio, buscaba nuevos horizontes tras la unificación lograda por los Reyes Católicos.

En ese escenario, la figura de Colón surge como un actor con conocimiento privilegiado de ambos mundos políticos.

Las fuentes señalan que Colón vivió en Portugal entre 1476 y 1485, donde contrajo matrimonio con Filipa Moniz Perestrello, hija de un noble vinculado a la Orden de Cristo, heredera directa de la tradición templaria portuguesa. Este matrimonio lo integró en círculos próximos a la corte lisboeta y, por tanto, al rey Juan II.

La historiografía portuguesa sostiene que Colón participó en viajes de exploración al Atlántico Sur, posiblemente hasta Guinea y las islas de Cabo Verde.

Es en ese contexto donde adquiere experiencia náutica y cartográfica, que luego trasladaría a su proyecto de navegar hacia el oeste.

El ambiente intelectual portugués de la época estaba dominado por la Escuela de Sagres y los cosmógrafos reales, quienes manejaban información reservada sobre corrientes, vientos y latitudes atlánticas. Colón, gracias a su acceso a círculos marítimos y a su parentesco político, habría tenido contacto con estos saberes, lo que explicaría su confianza en hallar tierras navegando hacia occidente.

Según el cronista Bartolomé de las Casas, Colón “sabía más de lo que decía y decía menos de lo que sabía”.

La frase ha sido interpretada como una advertencia sobre su tendencia a ocultar información estratégica. Algunos historiadores —como Manuel Rosa (2017)— sostienen que esa reserva pudo obedecer no solo a su prudencia científica, sino también a una lealtad encubierta hacia Portugal, su verdadero punto de origen y afinidad política.

Entre 1476 y 1493, Colón se movió entre dos cortes enfrentadas, administrando cuidadosamente su información y sus lealtades. El análisis de esta etapa resulta esencial para comprender su conducta posterior: su acercamiento a los Reyes Católicos, su aparente fidelidad y, al mismo tiempo, las sospechas que generó en los diplomáticos lusos y castellanos.

La llegada de  Colón a Castilla marcó el inicio de una etapa decisiva. Tras haber sido rechazado por Juan II de Portugal, se presentó en la corte de los Reyes Católicos en 1486, en plena guerra de Granada. Su proyecto fue examinado por una junta de sabios, entre los que figuraban Fray Hernando de Talavera, el cosmógrafo Paolo dal Pozzo Toscanelli (por correspondencia) y el dominico Diego de Deza.

Durante varios años, Colón permaneció en el entorno cortesano, recibiendo manutención y apoyo moral. En sus propias cartas, destaca la protección de la reina Isabel, quien habría visto en su empresa un instrumento de expansión espiritual y política. La Carta a Santángel de 1493, escrita al regreso del primer viaje, evidencia su constante referencia a la monarquía como fuente de legitimidad y destino providencial:“A Vuestras Altezas, cuyas vidas y reinos acrecentarán con la mayor honra de Dios y la dilatación de Su santa fe”.

Sin embargo, esta devoción aparente ha sido interpretada por algunos autores como una estrategia retórica, orientada a mantener el favor real más que como un signo de convicción personal.

El 3 de abril de 1492, tras largas negociaciones, los Reyes Católicos firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, un contrato que reconocía a Colón como Almirante del Mar Océano, Virrey y Gobernador de las tierras por descubrir. Estos privilegios eran inusuales para un extranjero y reflejan el grado de confianza otorgado.

Uno de los episodios más polémicos de la biografía de Colón ocurrió al regresar del primer viaje. En lugar de dirigirse directamente a Castilla, Colón se desvió hacia Lisboa y solicitó audiencia con el rey Juan II de Portugal en marzo de 1493. Según los cronistas, el navegante fue recibido con cortesía, pero el gesto despertó suspicacias inmediatas.

El cronista Las Casas relata que el monarca “le habló como a vasallo suyo”, lo que sugiere que Juan II consideraba a Colón todavía bajo su jurisdicción.

 La reunión se produjo en un contexto tenso: Portugal reclamaba los derechos sobre las tierras descubiertas en virtud del Tratado de Alcáçovas (1479), que había repartido el Atlántico entre ambos reinos.

La figura de Cristóbal Colón, vista desde el prisma político, no encaja en el molde de un súbdito fiel ni en el de un traidor consumado. Fue, más bien, un navegante pragmático, consciente de que su supervivencia dependía de navegar —literal y metafóricamente— entre dos coronas rivales.