¡Cincuenta y dos años después!
El 30 de mayo de 1961, en horas de la noche, cayó ajusticiado por un comando integrado por militares y civiles, Rafael Trujillo Molina, quien por espacio de 31 años había gobernado a nuestro pueblo. En los finales de ese año, el 20 de diciembre, ganó las elecciones presidenciales el candidato del Partido Revolucionario Dominicano, organización que había hecho acto de presencia en el escenario político nacional sin haber sido invitada por los auspiciadores de los acontecimientos que habían comenzado a desarrollarse después de la muerte de Trujillo. A fines de ese año de 1961 llegó al país el profesor Juan Bosch, brillante intelectual, escritor y periodista que tenía una bien ganada y hermosa imagen en el complejo escenario cultural de Hispanoamérica. Apenas un año después de haber regresado al país como candidato del PRD, Juan Bosch ganó las elecciones recibiendo el apoyo del 60% de los que participaron en el proceso electoral.
Como dijimos en el párrafo anterior, el partido de Juan Bosch, y mucho menos Juan Bosch, no estaban invitados a esa fiesta auspiciada, financiada y dirigida por funcionarios diplomáticos y políticos del gobierno de Estados Unidos de América, la nación más poderosa del mundo, en el orden económico y militar. El profesor Bosch tomó posesión el 27 de febrero, cuando ya las maniobras para sacarlo del gobierno estaban en pleno apogeo. Contrario al interés y los planes de Estados Unidos, Juan Bosch se desempeñó como un gobernante honesto, valiente, profundamente defensor de los intereses de la patria.
Desde su liderato, firme, decidido, moral y valiente, sin tener antecedentes cuestionables en su vida dominicana, comenzó a enseñar a su pueblo, en el aspecto histórico y político, las nociones elementales para que adquiriera conciencia de sus derechos y deberes.
Recorrió caminos, calles, parajes, municipios y pueblos, día tras día, predicando, enseñando con su conducta, que la política era un oficio noble, honesto, arriesgado, enérgico, de verdadera vocación útil y respetado cuando estaba al servicio de la mayoría del pueblo.
Apóstol y combatiente, se opuso a un frente integrado por los sectores más intransigentes de la oligarquía apoyada por la alta jerarquía de la Iglesia Católica, estimulados ambos, oligarquía e Iglesia, por la política intervencionista de Estados Unidos de América, que no aceptaban a Bosch, porque era un hombre con criterios propios, que no se dejaba dirigir a quien identificaban como ideólogo, portavoz y vanguardia de reformas económicas y sociales contrarias a sus planes, para dar participación al pueblo de sus riquezas a las que tenía derecho como legítimo propietario.
Esta es la síntesis, a grande rasgos, de lo que sucedió hace 52 años en nuestro país; y transcurrido ese tiempo, aun todavía estamos muy lejos de los objetivos estratégicos que Juan Bosch quería alcanzar, teniendo como base económica la apreciable riqueza que representaban los bienes inmobiliarios y económicos que Rafael Trujillo Molina había acumulado en base al trabajo, el sacrificio, las limitaciones y la muerte del pueblo dominicano. Cincuenta y dos años después, rendimos profundo tributo de respeto y admiración a Juan Bosch y a los miles de dominicanos, mujeres y hombres, que han perecido después en defensa de las riquezas de su propiedad que les fueron sustraídas por enemigos de la patria.