¡Abril siempre!
Abril es el segundo mes de la más hermosa estación del año, que recibe el nombre de primavera. Es un mes que en la historia de este pequeño país, “Hermoso, productivo, rico y valiente”, se han escrito episodios y capítulos uno, el primero, fue el genocidio ejecutado en 1805 por el general haitiano Henry Christophe, que reunió sus tropas en la ciudad de Santiago y ordenó el degüello en el cementerio de esa comunidad de todos los prisioneros varones, entre ellos más de 20 sacerdotes, incendió el pueblo y se retiró por el norte, llevándose como rehenes 249 mujeres, 430 niñas y 318 niños.
Este episodio inolvidable no lo tienen en cuenta los críticos permanentes, entre ellos pocos dominicanos y dominicanas, de las relaciones del pueblo con el conglomerado humano, como lo calificó Juan Bosch, conocido con la falsa opinión y criterio del Estado haitiano o república de Haití.
Hemos afirmado en numerosas ocasiones que el pueblo más valiente de América y de los más valientes del mundo, nunca en último lugar de esa clasificación; desde su génesis cuando apareció en el escenario histórico de la colonia de La Española ese aborigen transculturizado conocido con el nombre de Enriquillo, que había sido en su niñez paje de Diego Velásquez, conquistador de Cuba, y en el inicio de su adolescencia, escudero de quien había sido su protector. Enriquillo, quien después de esa adolescencia en la que había aprendido a manejar las armas de los españoles, retirándose a las montañas del Bahoruco, permaneció 16 años en estado de insurrección, siendo el fundador de la Escuela Militar Dominicana. Esa escuela militar fue la que auspició la derrota de la expedición inglesa de 1655 de Penn y Venables, cuando estaba en proceso de consolidación la nación dominicana.
Abril es glorioso y trágico en otras fechas de su transcurso: la más hermosa y valiente, que conmovió al continente americano y al mundo, fue la que se inició el 24 de abril de 1965, con el levantamiento militar que tenía como objetivo restablecer en el gobierno de la nación al más grande maestro político de nuestro país y de América, que había sido elegido Presidente constitucional el 20 de diciembre de 1962, después del ajusticiamiento de Rafael Trujillo Molina.
Ese día de abril de 1965, se había puesto en acción un importante grupo de oficiales del Ejército Dominicano, que con el consentimiento y dirección política de Juan Bosch, exiliado en la isla de Puerto Rico se había organizado.
Esa insurrección recibió el nombre de Movimiento Militar Constitucionalista, comandado por el coronel Rafael Fernández Domínguez, a quienes se sumaron un numeroso grupo de oficiales del Ejército al cual se incorporaron después oficiales de la Marina, Fuerza Aérea y Policía Nacional.
Ese Movimiento se consolidó después de un enfrentamiento militar, en el puente Duarte sobre el rio Ozama, que se libró con los soldados constitucionalistas encabezados por el coronel Francisco Caamaño Deñó; esa avanzada constitucionalista infringió una severa derrota a las tropas del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA) y la Fuerza Aérea Dominicana, estimuladas y apoyadas por la presencia de agentes y militares de Estados Unidos de América que se oponían abusivamente, sobre la base de poder, al retorno de Juan Bosch a la Presidencia de la República, porque las autoridades políticas y militares norteamericanas desconocían la legendaria valentía y experiencia militar del pueblo dominicano.