No es una vertiente trágica la que ponemos de relieve, sino el contraste, la paradoja que puedes encontrar en una generación inquieta y, en cierto modo, despreocupada de los asuntos políticos, más bien, públicos e interés general.
En Marcel Prost y su obra infinita En busca del tiempo perdido, encontramos la frase que mejor describe esta tragicomedia recreada a diario: “nos privaron de la soledad sin brindarnos la sociedad”.
La idea original de Madame De Sevigne, citada genialmente por Prost, traída a colación, es para entender y excusar estigmas e incomprensiones de contactos sociales, sorprendidos núcleos locales, atentos a las expectativas que, fuera de control, generan aducciones.
Resultado, desde luego, de novedosas y atrevidas incursiones en peculiares y atrayentes formas.
En las últimas décadas, y más en estos días, hemos caído en una supuesta conectividad que nos agrupa, exagerada y abrumadoramente, en las redes sociales, y al mismo tiempo, nos aísla cada vez más, de manera patética y peligrosa.
Esto aconseja recuperar los valores y la comunidad perdida. Para así volver a ser, como en aquellos dias tan felices como bien comunicados.
Con la advertencia del peligro que trae la dependencia del Internet con sus efectos primarios a ser tratados y atendidos.
Nadie desea que degeneren en tratarnos de sumo cuidado cuya cobertura requiera llamados colectivos de prevención, como ya ocurre con el consumo de alcohol y tabaco.
En las últimas décadas, estos días, hemos caído en una supuesta conectividad que nos agrupa, exagerada y abrumadoramente, en las redes sociales, y al mismo tiempo, nos aísla cada vez más, de manera patética y peligrosa.
Es tiempo de recuperar los valores y la comunidad perdida. Para así volver a ser, como en aquellos tan felices como bien comunicados.