No deja de sorprender los encuentros del presidente Luis Abinader y los tres expresidentes que aún mantienen diferencias particulares por intereses políticos y económicos de los grupos que dirigen; en la aproximación procuran “chalecos salvavidas” ante el vendaval, que se aproxima.

Las reuniones no son sólo del interés de quien tiene ahora agarrado “el tizón por lo prendío”, sino de los cuatro, dadas las circunstancias de los riesgos para todos, de navegar en un mar turbulento y tormentoso.
Habrá mayor unidad entre ellos, porque se trata de cubrirse la espalda unos a otros ante una crisis de grandes dimensiones, por la acumulación de factores económicos, sociales y políticos complejos.

La República Dominicana, pese a las estadísticas acomodadas, ha entrado en una crisis orgánica, que amenaza con desestabilizar el sistema de dominación, al compás de la crisis del capitalismo a nivel global.

Todo apunta a una crisis estructural, de régimen, de hegemonía o todos esos aspectos a la vez, cuando las instituciones han demostrado disfuncionalidad, pérdida de credibilidad y legitimidad ante los ojos del pueblo.

Lo cierto es que el agravamiento de la crisis económica que se aproxima en el país, con una deuda externa impagable que atrapa más del 50 por ciento de su PIB, se podría acompañar de una crisis de hegemonía.

Podríamos considerar que de mantenerse en progreso la tendencia actual, la situación desembocará en una crisis irreversible, que como decía Antonio Gramcsi, afecta al conjunto de las relaciones sociales.

Por supuesto, el estallido de la misma requiere de confluencia e interacción de la crisis de acumulación, política e ideológica, replicada desde el imperio, con agudización de los consabidos choques de intereses corporativos.