El silencioso y sostenido éxodo de indocumentados desde Haití se erige como un problema mayor al que intenta resolver el Plan Nacional de Regularización Migratoria, con el que República Dominicana procura demostrar al mundo su voluntad de respetar los derechos de inmigrantes ilegales y de sus descendientes.

A consecuencia de la aplicación de ese programa para dotar de documentación a miles de indocumentados, el Gobierno ha dispuesto un recesar las deportaciones, por lo que otros muchos miles de haitianos recién ingresados tienen garantía de permanecer en territorio nacional.

Las autoridades de Migración parecen atadas de pies y manos por la propia ley que cumple con la sentencia del Tribunal Constitucional que ordena regularizar el estatus de los indocumentados, al no poder repatriar al nuevo oleaje migratorio.

Traficantes de personas operan sin mayores dificultades a lo largo de la franja fronteriza, incluso con la habilitación de nuevos pasos de ingresos que carecen de vigilancia militar, por donde cruzan familias enteras provenientes de cualquier lugar de Haití.

Cuando expire el último plazo para inscribirse en el Plan de Regularización Migratoria, grupos foráneos y locales dirán al unísono que constituyó un rotundo fracaso y, por demás, culparán al Gobierno dominicano por ese resultado.

Cuando se reanuden las deportaciones, la presión internacional contra República Dominicana se duplicará en favor de los indocumentados que ya estaban y de los muchos miles que llegan ahora. Es como para ponerse a llorar de impotencia.

Un misterio

Con la desaparición el sábado de un avión con 162 personas a bordo cuando cumplía vuelo de Indonesia a Singapur, suman tres las tragedias áreas con naves de aerolíneas de Malasia, en menos de un año.

Sin señales de emergencia, el vuelo de Air Asia se desvaneció en medio de una tormenta. Un Boeing de Malasia Airlines, desapareció el 8 de marzo, con 239 personas a bordo, después de despegar de Kuala Lumpur y otro fue derribado sobre Ucrania, con 298 muertos. Un misterio.