Opinión

Despertar anocheciendo

Despertar anocheciendo

La ausencia en los espacios matinales de los grandes medios televisivos de mentes y voces audaces, valientes, sinceras, profundas, veraces e insobornables como las de Marino Zapete y Edith Febles, es algo así como despertar anocheciendo.

El primer golpe recibido –a raíz del período de mayor ascenso del Despertador y del Grupo Sin- fue cuando los forzaron a salir de Antena Latina luego de las cuestionadas operaciones de compra y venta de las acciones que pertenecieron a Baninter, con implicaciones gerenciales y políticas favorables a una transnacional de la comunicación, al cogollo gubernamental y a un grupo empresarial.

Ese traslado conllevó una variación de hora muy perjudicial (8:00 am en lugar de 7:00 am) para el Despertador y para Sin reestructuraciones e inversiones que aumentaron su vulnerabilidad respecto a los poderes que usan medios propios, publicidad y créditos para soterradamente censurar y modelar empresas intermedias, combinando ofertas tentadoras y amenazas soterradas.

Pero no concluyó allí la ofensiva de los sectores de poder más proclives a imponer la dictadura mediática. Su plan es de más largo aliento y mayores intolerancias, contemplando de inmediato la salida de Edith y Marino del Grupo SIN.

Consumado ese paso, nuestra sociedad ha sido colocada frente a un doloroso vacío al constatar la exclusión de ambos comunicadores en medio del viraje que exhibe el contenido de esa programación matutina.

En cuanto a aceptación popular, lamentablemente ese retroceso afectará significativamente al Grupo Sin, un espacio singular del mundo de la comunicación operado por una mediana empresa periodística de calidad, con una relativa independencia respecto a los grandes poderes, en una sociedad bajo una dominación cada vez más determinada a impedirlo.

Y digo relativa independencia, porque como el Grupo Sin carece de estación y canal de televisión propios, está obligado a arrendar espacios en empresas propiedad de la gran burguesía y a depender en gran medida de la publicidad del gobierno y del gran capital privado, sectores donde no impera el amor por la libertad y la verdad.

Su reciente opción, pues, ha sido económica y política, nada tiene de “conflicto laboral”, y ojalá fuera temporal.
Económica, no por los sueldos que suprime e incorpora, sino por la publicidad y vínculos que puede mantener, aumentar y estabilizar con esa concesión.

Y es política porque el contenido de ese espacio varió a favor de fuerzas conservadoras, sacrificando radicalidad y renunciando a un fuerte respaldo popular a cambio de una relación menos conflictiva con ciertos sectores de poder.

El Nacional

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