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Las filas en el Oncológico

Desde hace cierto tiempo, la prensa nacional ha llamado la atención pública sobre las largas filas de pacientes que buscan asistencia en el Instituto de Oncología “Dr. Heriberto Pieter”, el viejo Oncológico. Lo primero que debemos aclarar es que buena cantidad de los pacientes en las filas de espera no padecen de cáncer; muchos, especialmente las mujeres, vienen muy tempranito desde cualquier lugar del país a hacerse un simple Papanicolaou o cualquier examen preventivo. Naturalmente, una gran proporción son, efectivamente, pacientes oncológicos.

Esas largas filas, aparte de un indicador de la expansión de las enfermedades cancerígenas en la población dominicana, revelan también lo que representa el viejo Oncológico en el imaginario de la mayoría de la población.

No es exagerado afirmar que cada familia dominicana ha tenido un pariente, amigo o vecino que ha sido atendido en el Oncológico. Además, el Oncológico es la única escuela de formación de especialistas oncólogos en el país y éstos, una vez graduados, se convierten en naturales referidores de pacientes a su antigua Alma Mater.

La experiencia de la sociedad durante más de 70 años relacionándose con el Oncológico, junto a la confianza de la clase médica nacional en la ética y calidad predominantes en la práctica clínica de ese centro, son las causas de esas filas de espera.
Para responder a su demanda, el Oncológico – prácticamente solo y sin ayuda, con apenas un millón de pesos de subsidio gubernamental- ha desarrollado excelentes departamentos clínicos basados en modernas tecnologías.

En resumen, es su mística y la atención a los pacientes como seres humanos dignos, y no como mercancía deshumanizada, lo que le ha ganado tan profundo respeto al Oncológico.

Si el nuevo hospital del cáncer – INCART – no termina de atraer a los pacientes, la culpa no es del viejo Oncológico.
Lamentablemente, esas filas matutinas, a escasas esquinas de un nuevo hospital del cáncer, público y lustroso, pero vacío, ha hecho “pensar” a algunos funcionarios y subalternos interesados, que la “única” salida es cerrar al viejo Oncológico para ver si el famoso INCART se llena…que pena.

El Nacional

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