Está por ver si, como la promoción de las pastas alimenticias, tiene más rendimiento, pero la realidad es que la deuda crece a una velocidad de espanto y brinco.
En una economía que ha tenido en las remesas, el turismo, las zonas francas y la minería sus principales fuentes de divisas tiene que preocupar el aumento del endeudamiento cuando se tiene una deuda social tan elevada.
Los 8,700 millones de dólares en que se incrementó en 2020, para colocarse en 44,684 millones, se torna más inquietante con la ineludible asistencia financiera a distintos sectores que ha representado la pandemia del coronavirus. Pero que no haya más opción que la endeudarse no representa una licencia para contratar para gastos que no sean prioritarios.
Pero tampoco el astronómico incremento de la deuda puede quedar en el vértigo que provoca, sino que es necesario, además de la racionalización del gasto que se tiene que reconocer a las autoridades, una auditoría exhaustiva para establecer si los recursos contratados se invirtieron en los programas diseñados. La deuda es excesivamente alta como para que todavía abunden en el país necesidades primarias.