Opinión

Diómedes Mercedes

Diómedes Mercedes

Uno de los textos más gráficos y emotivos, cargado de pasión, sobre la revolución de abril de 1965, en esencia el episodio del puente Duarte, lo leí de Diómedes Mercedes. Una crónica descriptiva e intensa que, en cierta medida, reflejaba su personalidad, su propia naturaleza.

Fui su amigo, pudo haber sido mi padre pero fuimos como hermanos. Lo respeté, lo admiré y lo apoyé incondicionalmente tantas veces necesitó de mí.

Melvin Mañón dijo que fue un hombre intransigente, en el buen sentido de la palabra. Y lo comparto. Jamás doblegó. Fue auténtico y jamás negoció su dignidad. Vi a un hombre desprenderse de todo lo que llevaba en sus bolsillos, aun consciente de que sacrificaba a sus hijos, con tal de que echara adelante un proyecto político o cívico. Vertical. Una sola moral.

Si tenía que dejar de comer por los demás, lo hacía. Tal vez su franqueza y honestidad lo hizo vulnerable. Aunque muy cauto y prevenido pecaba de ingenuo. Quien es franco y honesto espera lo mismo de los demás. Ayuda sin esperar agradecimiento, pero terceros te sacan provecho, te instrumentalizan cual trampolín o como raíz de chinola para seguir trepando.

Pero como no tenía un pelo de tonto percibía el seco mal olor del oportunismo barato y traicionero, cruel por demás, de quienes suelen comportarse así, cual camaleón en la claridad. Estudioso, profundo, simple y sencillo. Austero. La última vez que hablamos, luego de abrazarnos fuertemente, lo noté bastante delgado y, como siempre, reflexivo. Y cabizbajo.

El Nacional

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