POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
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Con el discurso del 27 de febrero, el Presidente se enfrentaba a lo que en el lenguaje del baseball se denomina “maleficio del segundo año”. Como su primera alocución a la nación había concitado tantas reacciones positivas, resultaba difícil que este estuviese al nivel de las naturales expectativas que un evento como ese genera.
El Presidente no ha perdido la batalla, pero es evidente que en esta ocasión su promedio estuvo por debajo de su presentación anterior y la razón es que su discurso estuvo desprovisto de elementos con la potencialidad de impactar en la magnitud que lo hizo con su anuncio de modificar el leonino contrato con la Barrick Gold.
Una oportunidad como esa la hubiese representado la información de su decisión de remitir al Congreso un proyecto de ley mediante el cual se declararía a Loma Miranda como parque nacional; haber asegurado que el Código Laboral jamás sería modificado para revertir derechos adquiridos por los trabajadores; o asegurar que instruiría al Ministerio Publico para que activara los casos de posibles actos de corrupción de años no prescritos.
Esos temas fueron obviados y es un error pretender que tal actitud no cause preocupación en una colectividad que está atenta a lo que pueda suceder al respecto, sobre todo porque eso pone de manifiesto que en relación con esos tópicos el Gobierno o no tiene posturas definitivas o piensa proceder en direcciones que teme le puedan ocasionar inconvenientes de gobernabilidad.
En el caso específico de Loma Miranda el asombro es mayor porque las autoridades habían supeditado su decisión al resultado del estudio que realizaría un organismo internacional. Conocida la recomendación desfavorable del mismo, uno se pregunta qué ha ocurrido que no se asume la palabra empeñada.
En lo que respecta al cumplimiento del mandato constitucional de rendir cuentas, el discurso satisface ese imperativo porque ofrece un pormenorizado relato de lo ejecutado en los 12 meses del 2013 y no hay dudas de que tanto lo hecho, como la forma de hacerlo, explican la alta popularidad del primer mandatario.
El discurso aborda aspectos del futuro y en ese sentido es donde la gente quedó esperando más y no le faltan justificaciones porque en los últimos 18 meses se han incrementado las posibilidades del Presidente de empujar más allá en los cambios estructurales que se necesitan y, con eso, el derecho de los gobernados a esperar que se actúe en esa perspectiva.

