POR: Susi Pola
susipola@gmail.com
Parece que estamos mal en muchas cosas, pero de una sociedad coloquial, de vecindarios solidarios, hemos convertido los ámbitos cercanos en reductos peligrosos, sobre todo para quienes no se nos parecen. Comparto este mail recibido con Uds.
“Somos una pareja lesbiana y hace poco más de un año que vinimos a Santiago con la idea de montar un pequeño negocio y vivir tranquilas. Nunca negamos nuestra realidad, somos sinceras y no estamos haciendo nada de lo que tengamos que avergonzarnos. En el entorno, fuimos aceptadas por un gran número de personas, algunas se apartaron discretamente pero sin ofendernos, mientras otras reaccionan con normalidad y nos tratan como a todo el mundo. Sin embargo, unos vecinos frente a nuestra casa, empezaron a agredirnos verbalmente y cada vez que nos ven, lo que se da con frecuencia por la cercanía, vociferan palabras ofensivas contra nosotras. Todo era más o menos soportable hasta que uno de ellos me agredió, golpeándome sin explicación.
Como yo estaba recién operada, fue bastante doloroso para mí porque los golpes provocaron una infección en la herida, de acuerdo al reporte de INACIF, ya que acudimos a la Fiscalía con mucho miedo. Allí, dejamos claro que no aceptábamos compensación económica y solo pedíamos respeto, negándonos a que apresaran al agresor, si él establecía el compromiso.
Hubo tranquilad por una semana, al cabo de la cual las cosas empeoraron, al punto de pararse enfrente de la casa, tirar piedras amenazándonos con violarnos y hasta matarnos si no salimos del barrio.
Volvimos a asistir a la Fiscalía pero sentimos que no tuvimos tanto apoyo. Es como si el tema les agobiara y de verdad, nos sentimos muy desprotegidas. Estamos desesperadas y muy decepcionadas, pues al regreso de la Fiscalía, los vecinos dicen que esto no se va a quedar así y que lo pueden hacer porque por unas viles lesbianas nadie va a la cárcel. ¡Ayúdenos Susi por favor!”
Este caso evidencia que estas violaciones constantes y cotidianas a los derechos de otras personas, se dan en los entornos mediatos e inmediatos con impunidad, a pesar de que nuestras leyes lo prohíben. La complejidad de una respuesta desde la justicia, servida desde el mismo imaginario de los vecinos de enfrente de estas muchachas, impide ver con claridad el enfoque de derechos humanos de la legislación dominicana.
Desde la impotencia –no se que responder a estas chicas- les pregunto a Uds. si es justo que, dos personas que se quieren y no molestan a nadie, tengan que sufrir como lo están haciendo? ¿Qué le digo a esta nueva amiga? Si lo saben, escríbanme!

