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Realidad ambiental
La sequía que ha estado afectando a casi toda América insular deja grandes visos de oportunidades. Mientras por una parte vemos que no tenemos realmente planes de contingencias para esos- ni otros tipos de eventos-, siempre estamos sujetos a aprender a desaprender cosas que dábamos por hecho. Un elemento a tomar en consideración son los agroecosistemas y su estudio con respecto a las sequías, que por el cambio climático terminaran enquistándose en todo el territorio insular.

La sequía como fenómeno socio-natural se da en todo el globo, no obstante aparece con mayor frecuencia y probabilidad más alta en la regiones semiáridas y subhúmedas, las cuales han sido de reto por muchos siglos para el ser humano instaladas en las mismas por medio de búsqueda de técnicas de supervivencia.

En el caso de la sequía que hoy nos abate es tipo regional por influencia del fenómeno del Niño y aunado con procesos y prácticas humanas que han sobreexplotado o mal usado los recursos naturales, como deforestación, tala indiscriminada con fines industriales y comerciales, degradación de los suelos, malas prácticas agrícolas y mineras, contaminación, pérdida de fuentes de agua y biodiversidad, etc. ( Mateo Aguilar). Los productos agrícolas que se adaptan con mayor facilidad a los procesos de sequías deben ser fomentados, estudiados, y determinar cuál es su futuro ante un cambio inminente de los sistemas climáticos nacionales.

En tal sentido la sequía puede considerarse una situación en la cual la disponibilidad de agua es insuficiente para satisfacer las necesidades de las poblaciones de plantas, animales y de seres humanos que se encuentran condicionados por su modo de vida, distribución y aprovechamiento de las tierras. (CEPREDENAC, 2001, p. 30). Menos agricultura y ganadería, la pérdida de los mosaicos de cultivos agrícolas y forestales que evitan el bosque continuo, la invasión de la segunda residencia y de la población urbana excursionista en los bosques y la expansión del matorral indiferenciado, son todos elementos que tienden a incrementar los riesgos de incendios.

Y a medida que las condiciones para que los incendios adquieran características más intensas se incrementan, las consecuencias son exponencialmente más graves desde la perspectiva de los daños generados, de los costes de extinción y de la restauración ecológica. El negativo balance del ahorro asociado a la ausencia de unos presupuestos para una política rural que favorezca un uso y gestión del medio adecuado, bajo criterios de sostenibilidad económica y ambiental, con respecto a los costes finales de esos incendios, asociados en gran parte a la ausencia de esa política, nos debería servir de indicador para un cambio urgente en las mismas; pero en una dirección muy distinta a la que se está llevando por el Gobierno actual y por algunos gobiernos autonómicos. (Sistema Digital 2015).

En las zonas tropicales no existen las conocidas cuatro estaciones (invierno, primavera, verano y otoño) que existen en las zonas templadas. En las zonas tropicales existen por lo general dos estaciones una seca y otra lluviosa, siendo la diferencia entre las estaciones por la diferencia en la disponibilidad de agua más que por la diferencia en la temperatura como ocurre en las cuatro estaciones. En las zonas tropicales la temperatura tiende a ser relativamente constante o con muy poca fluctuaciones a lo largo del año.

El Nacional

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