El plan que anunció el presidente Danilo Medina para convertir en institutos técnicos las extensiones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) es tan alentador e importante como el buen uso que garantizó se dará al presupuesto para Educación. Ambas iniciativas podrían marcar el inicio de esa impostergable revolución en la enseñanza que tanto necesita esta nación para transitar la senda del desarrollo económico y social.
Cierto es que un sistema plagado de sombras y donde la burocracia administrativa consume la mayor de los recursos hay muchos puntos que requieren de precisión. Sin embargo, resultan auspiciosas señales específicas emitidas por el gobernante al abordar la problemática de un sector en que República Dominicana se disputa los últimos lugares en las evaluaciones internacionales.
Evidencia que el compromiso del Gobierno con la educación es real y no virtual la contratación de especialistas para instruir a profesores dominicanos en matemáticas, lengua española y ciencias, que son las materias en las que el país ha obtenido las peores calificaciones, además de las fundamentales para el desarrollo de habilidades cognitivas.
Ahora que la inversión está más definida, en que no todo será construcción, esa sociedad civil que ha sido la chispa para que se cumpla con la ley de Educación puede desempeñar otro importantísimo rol como vigilante, en caso que se le niegue algún tipo de participación concreta, de la distribución de los recursos. La transparencia no puede verse como intromisión ni obstáculo.
Pero tan importante como el buen uso a los recursos del 4% resulta el proyecto para crear centros técnicos profesionales. Por la trascendencia que reviste para mejorar la calidad de la mano de obra, una de las debilidades de que se han quejado inversionistas nacionales y extranjeros, el programa no debe esperar. El actual modelo, en que los estudiantes hacen el bachillerato como base para una carrera universitaria, resulta ineficiente y obsoleto.
Al motivar el proyecto que dijo propondrá a las autoridades de la UASD, Medina señaló que el país demanda una mayor cantidad de personas preparadas a nivel técnico. El programa, además de satisfacer las necesidades de mano de obra de las empresas, serviría, entre otras ventajas colaterales, para fomentar la competencia en la educación universitaria. El título no sería lo determinante, sino el conocimiento.
Que la decisión sobre el 4% no fuera fácil resulta irrelevante. Lo saludable es no sólo que se haya asignado, sino el compromiso solemne de aplicarlo en beneficio del desarrollo. Y más satisfactorio aún es que la partida sea apenas un eslabón de un proyecto más ambicioso sobre la formación técnica y profesional.

