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EE.UU. defenestra presidentes con expedientes

EE.UU. defenestra presidentes con expedientes

Los tradicionales golpes de Estado propiciados por Estados Unidos y el zafarrancho de los “marines”, quedaron atrás, como la noche de Jan Valtin, y ahora son modificados por expedientes de corrupción y vinculaciones con el narcotráfico, conforme desgloso, en economía de sangre y aparatosidad de desembarcos impositivos.
“La diplomacia de las cañoneras” que fue el estilo estrenado por el presidente Woodrow Wilson para imponer la voluntad de su país y la protección de Wall Street en su “traspatio” de América Latina y en nuestro “mare nostrun” que es el Caribe, fue calcado por sucesores suyos, y aplicados a Juan José Arévalo, Jacobo Arbenz Guzmán y Miguel Ydígoras Fuentes en Guatemala, nuestro Juan Bosch, Maurice Bishop en Grenada, Salvador Allende Gossens en Chile y Manuel Zelaya en Honduras, como inequívocos botones de muestras.
Conforme acentuaba nuestro inolvidable eminente y querido primer brillante sociólogo Juan Isidro Jimenes Grullón, “voy más lejos” y “es más”, recordando a Ngo Din Dien en Vietnam, Mohamed Mossadeg y coronel Abdel KarimKassen en Irán, Patricio Lumumba en Congo, Mohamed ZíaUlHaq en Pakistán y general Omar Torrijos Herrera en Panamá, estos dos últimos, con el método luciferino de colocar bombas de relojería en sus naves aéreas por sus enemigos nativos, lacayos suyos.
Claro que EE.UU. mantiene intacto el cordón de bases militares estacionadas en todos los continentes, como un dogal planetario de acero y fuego que no solo emite un subliminal mensaje de su propósito y su devastador poder, que logra no solo impresionar, sugestionar y asustar, sino más bien, intimidar, y así, rehuir un poder aniquilante.
El nuevo modelo impositivo hegemónico de EEUU se manifiesta ostensible, cuando apreciamos la defenestración de Dilma Rousseff en Brasil, acusada por un manejo presupuestario, y a Luiz Inácio Lula da Silva, por ocupar un lujoso apartamento del que no es dueño, como castigo por el despliegue de Odebrecht y Andrade Gutiérres en sobornar a gobernantes, obviando a las grandes constructoras y equipos de construcción Caterpillar y John Deere, socavando su tradicional hegemonía continental en el rango de grandes obras de infraestructuras sociales.
Presidentes acusados de sobornos con Odebrecht son Juan Pablo Kuzinsky, Alejandro Toledo, Alan García y Keiko Fujimori en Perú.
El segundo expediente que sustituye a los “marines” y los madrugonazos es la acusación a gobernantes de connivencia con el narcotráfico, un escenario que hasta pruebas en contrario, EE.UU. es el mayor beneficiario por ser el país que más consume y supuestamente clandestinamente importa más sustancias alucinógenas prohibidas, y su oposición a despenalizarla, entraña una enorme sospecha, cuando intuimos que con la legalización, culminan los carteles de la droga, el horror de los crímenes, y la luenga e inconclusa estela de sangre.
Un soterrado y sórdido mercado letal que involucra, conforme estadísticas manejadas por los medios informáticos, más de US$600 mil millones, superior a toda la industria automotriz del mundo.
Gobernantes acusados de recibir donaciones del narco son Porfirio Lobo y Juan Orlando Hernández y su hermano Juan Antonio, preso en Nueva York, por acusaciones del narcotraficante mexicano Joaquín Guzmán (El Chapo), ex jefe del cartel del sangriento Sinaloa, preso en EE.UU., intentando reducción de penas por denuncias e inventos de sobornos que interesan a EE.UU. como método artero de preservar su hoy disputada hegemonía planetaria y hemisférica con China.
“Voy por más”, conforme apostillaba Jimenes Grullón cuando entendía ameritaba sustentar más una ponencia.
Conforme es posible elemental percibir, EE.UU. es beneficiario por dos vertientes del narcotráfico, en primera fase, por los astronómicos dividendos que produce, y segundo, por usar a los grandes capos de confidentes o “pico chato”, para incriminar, cierto o fabulado, con reducción de condenas y posible excarcelación, a gobernantes que EE.UU. no disponen su absoluto control, conforme es su original diseño imperialista del Destino Manifiesto y América para los americanos, que postularon los presidentes Jaime Polk y James Monroe.
Es la moderna estrategia aplicada por EE.UU. para imponer su tradicional hegemonismo continental, ahora con la versión de irrupción del gigante asiático pergeñándole supremacía en su geopolítica área de influencia ancestral, más la incursión de la Rusia del dictador Vladimir Putin respaldando a su parigual venezolano Nicolás Maduro, que concluirá arrestado por militares de menor rango, y deportado a La Habana o Managua, como aconteció con el presidente paraguayo Alfredo Stroessner, o magnificado en solitario, como sucedió con los presidentes de Nicaragua, Anastasio Somoza García, por Rigoberto López Pérez, y con Carlos Castillo Armas, de Guatemala.
Por los fundamentos de la nueva política de EE.UU. para defenestrar a gobernantes latinoamericanos, es que todos se mueven en las arenas movedizas de ser acusados de corrupción por recibir recursos de constructoras brasileñas, o de narcotraficantes, reales o no, pero que EE.UU. valida en su nueva política para imponer su dominio geopolítico en su tradicional área de influencia, que consideran desde siempre como su traspatio, y en consecuencia, proceder saltarlos del poder, sustituyendo la aparatosidad de los “marines”, y las asonadas gorilas.

El Nacional

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