Entre el impacto de la reforma para incrementar las recaudaciones y el asombroso monto del déficit fiscal, la epidemia de dengue, esa enfermedad causada por la picadura de un mosquito, se ha tornado más alarmante con las muertes de por lo menos tres personas que denunció el Colegio Médico Dominicano (CMD) y los múltiples casos que abarrotan las salas de emergencia de hospitales públicos y clínicas privadas de la Capital y el interior. El drama sanitario es, por ende, otro ingrediente de la crisis que ha sumido la población en la incertidumbre.
No se sabe si ha sido por negligencia o falta de recursos que el dengue ha alcanzado una magnitud tan inquietante. Porque desde hace tiempo se había sonado la voz de alerta sobre la incidencia de la enfermedad. La respuesta de las autoridades siempre era que el brote había sido controlado, no sin cierto regaño para los denunciantes o los medios que se hacían eco del malestar.
Ante la dimensión de que han dado cuenta el director de la Asociación Nacional de Clínicas Privadas (Andeclip), el CMD, especialistas y pacientes, el control que se ha anunciado no ha sido tal. Y los operativos es obvio que tampoco han contribuido a evitar que la epidemia se propague, causando mayores estragos en los barrios más marginados.
Si bien es un hecho que se falló en la prevención, al menos para minimizar el impacto, el problema ahora no es buscar culpables ni establecer responsabilidades. El gran desafío consiste en tomar cuantas medidas sean necesarias, sin reparar en costo, para combatir una enfermedad que también incide en la producción, el rendimiento escolar y en una industria tan sensible como el turismo.
Que el número de casos no sea el que se ha denunciado puede ser irrelevante. Máxime si no se quiere causar alarma, que las autoridades saben cómo evitarla. Lo que no se puede, bajo ninguna circunstancia, es dar la menor señal de negligencia frente a un brote que, por su dimensión, ha llevado a algunos especialistas a hablar hasta de una situación de emergencia. Más de 20 provincias que han registrado casos, unos 10 muertos y alrededor de 3,500 afectados indican, eso sí, que se está ante un drama sanitario.
En el marco de las orientaciones es muy sensata la petición del doctor Clemente Terrero, infectólogo y pediatra, de que se recurra al médico ante cualquier signo de alarma que presente un niño, porque puede tratarse de dengue. Es bien sabido que la cultura de la automedicación y dejar todo para último momento ha tenido consecuencias mortales.
Si el déficit que ha llevado al Gobierno a proponer una reforma fiscal es una realidad, también la epidemia de dengue, como evidencia la alarma que han sonado especialistas y diferentes entidades. El resto, sin la menor pérdida de más tiempo, está, por ende, en manos de las autoridades, Y de la propia población.

