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El judío que venció a Hitler

El judío que venció a Hitler

POR: Olivier Batista Lemaire
olivierbatista@gmail.com

El militante comunista judeopolaco Leopold Trepper (1904-1982) después de una estadía en Medio Oriente, fue expulsado a Francia a mediados de los años 1930.  Se exilió en París y el secretario del Partido Comunista Francés, Jacques Duclos, pudo detectar su inteligencia aguda, y sensibilidad y lo integró al trabajo social del partido. Fue enviado a una “escuela” socialista de Moscú pero en verdad se le adiestraría en codificación para emitir informaciones estratégicas desde radio trasmisores.

Cuando el general Berzine, jefe de los servicios secretos del ejército rojo lo invita a dialogar a su oficina, Trepper tiene en la cabeza un proyecto de inteligencia: crear una red compacta para recolectar informaciones estratégicas en los países ocupados, en particular Francia, Holanda y Bélgica.
Vivirá la amarga experiencia del fusilamiento de su tutor. Recordemos que Stalin, a fin de enmascarar su despotismo e incompetencia, hizo fusilar a la crema y nata del ejército rojo en 1937, entre los cuales se destacaba el general Toukhachevski y otros oficiales que proponían un ataque preventivo de la Alemania hitleriana. Al finalizar su adiestramiento, Trepper es nombrado coronel del ejército rojo y con ese grado partiría a Bélgica.

Este judío humilde y profundamente humano nunca se desalentaría, al contrario, sus convicciones se refuerzan, pues Hitler y su partido desean exterminar a los suyos. En Bélgica y Francia (1941) monta la Orquesta roja, una de las redes más eficaces de la historia del espionaje.
Recluta militantes antinazis, comunistas franceses, adopta el nombre de guerra de Jean Gilbert e instala en París una empresa comercial encargada de vender material diverso al ejército de ocupación alemán, para darle una cobertura a su trabajo de inteligencia.

Los alemanes lo invitan a almuerzos, le dan su confianza; aprovecha sobre todo la euforia de las primeras victorias nazis festejadas en largas noches de tragos durante las cuales, ebrios, dejan escapar informaciones de alto valor estratégico.
Sus colaboradores compilan y envían a Moscú datos de relevancia vital: los movimientos de tropa en Europa, los preparativos de la invasión del ejército nazi en el vasto territorio soviético.

Logran enviar los planes secretos del tanque t6 tigre, que permitirá a los soviéticos de hacer una versión superior. La jerarquía del ejército rojo recibe asimismo de la parte de Trepper un microfilm del temible bombardero alemán Messersmitt. Sorpresivamente sus más mediocres agentes son los soviéticos salidos de las reputadas escuelas de inteligencia. Dos de ellos, Efremov y Kent traicionan y trabajarán para el enemigo.

Álamo, héroe de la guerra de España (1936-39), viola involuntariamente las reglas de precaución, y cae en manos de la Gestapo.
Otros caerán en la malla represiva nazi. Pese a esas adversidades Trepper y su red logran enviar más de 2000 mensajes codificados a Moscú. Los alemanes, estupefactos, logran captar mensajes de la red que oficia en Berlín.

Apelan al doctor Vauck, especialista en decodificación de mensajes electrónicos y detectan la mayoría de los radios en Francia y Bélgica; detienen a gran parte de los agentes, que son sometidos a torturas indescriptibles.  Cae la red de Bélgica, y en París los jeeps de la Gestapo, dotados de captadores electrónicos interceptan los mensajes y arrestan a los “pianistas”, apelación dada a los que bregan con las radios.
Trepper es el hombre más buscado por todos los servicios. Los dignatarios nazis envían al oficial Pannwitz, esbirro de la resistencia checa, ducho en el arte de las sevicias. Finalmente es arrestado durante una consulta odontológica.

Hitler festeja con champaña cuando se le anuncia la noticia, pero pide que lo traten con deferencia, pues el objetivo es organizar lo que se denominó el Gran Juego, es decir hacer colaborar la Orquesta roja en una vasta misión de desinformación, enviando falsas informaciones a Moscú.
Trepper es encarcelado en una residencia privada donde hacen venir la crema de la oficialidad alemana en materia de contraespionaje.

Finge colaborar con ellos. Su objetivo empero es lograr enviar un mensaje a Moscú para denunciar la intoxicación informativa de la cual son víctimas los soviéticos. Logra redactar en su celda un informe codificado y, aparentando trabajar con la contrainformacion nazi, lo hace llegar a la cúpula del partido comunista francés.

Estableció relaciones cordiales con sus cancerberos, y notó que se solazan con tragos; su custodio Berg entra en confianza con él. Durante una banal compra en una farmacia, se fuga. Intenta recomponer la diezmada agrupación. Cuando regresa a la Unión Soviética en enero del 1945, desea que oigan sus reproches y críticas a la dirección. Es encarcelado durante 10 años por orden de Stalin, pues conoció minuciosamente las incompetencias soviéticas. El almirante Canaris, de la cúpula del ejército alemán, apenas exageró cuando afirmó, que Trepper y sus hombres ganaron la Segunda Guerra Mundial.

El Nacional

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