Virtudes sociales como la honestidad, reciprocidad, imparcialidad, responsabilidad, lealtad y eficiencia en el desempeño de los deberes, no sólo tienen mérito como valores éticos, también poseen un valor económico tangible y de ayuda a la sociedad en la formación de nuevos ciudadanos.
Desde inicios de la reflexión filosófica ha estado presente la consideración sobre la ética. Platón afronta la temática ética en diversos lugares y desde contextos diferentes.
Así, por ejemplo, en la República aborda la ética individual y la pública con una compleja teoría del Estado, que encuentra complementos y puntos de vista diferentes, a pesar de tratarse del mismo pensador.
Si se mantiene la conducta que prevalece en los políticos dominicanos: “Aprovéchate del puesto toda vez que puedas hacerlo” o sigue vigente la disposición de dejarse sobornar, resulta obvio que este tipo de conductas no promueve la cooperación social y las consecuencias negativas de ello estarán ampliamente documentadas, tanto en lo que concierne al Gobierno, o como fuente notable de corrupción que afecta al sistema político del país.
En mi opinión la falta de una base ética entre los servidores públicos, y en amplío renglones del sector privado, han contribuido a agravar las dificultades que ahora está padeciendo la sociedad dominicana.
La dimensión ética de la política tiene consecuencias de tal alcance que ahora nadie puede ignorar y nos mantiene preocupados a todos.
Pero una de las ventajas que nos da el sistema democrático en que vivimos es que todos somos actores y los roles no se limitan a los gobernantes, por lo tanto, podemos opinar e incluso hacer nuestros propios análisis de la ética, e incluso denunciar públicamente «las indelicadezas».
El tema de la ética nos atañe a todos, pero son los partidos políticos los principales responsables, ya que tanto en el poder como en la oposición, mantienen conductas alejadas de la ética.
No es nada ético figurar en una boleta electoral para obtener una curul y luego pasarla a un familiar. Tampoco para después de electo renunciar e irse a ocupar una función pública.
Y si eso no es ético, imagínese la inmoralidad de ganar una posición legislativa o municipal en la boleta de un partido, para posteriormente llevársela a otra entidad similar.
De modo que el tema de la ética hay que trabajarlo tanto en el Gobierno como desde la oposición.
Por: José Antonio Torres
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