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Elogio de la ignorancia

Elogio de la ignorancia

Fernando De León

Lo único que no se debiera cuestionar en un ser humano, es la inteligencia y los conocimientos; pero resulta que, en ocasiones, hasta la ignorancia supina es saludable. Como dominicano, hasta “intelectualizarse”, suele deprimir.

¡Caramba! Esa intelectualidad disfuncional, que siempre termina aliada con los de arriba. Si se tienen ciertos principios y se actúa sobriamente, en lo político; ser un ágrafo o ignaro calma los nervios; motiva indiferencia ante las malhadadas iniciativas de gobernantes y el funcionariado y, de alguna forma, proporciona paz espiritual.

El hombre no nace ni bueno ni malo; es más, es uno de los seres más indefensos. Mientras los animales que se conducen por instintos, al nacer, vienen programados para ciertas actitudes y aptitudes; nosotros tenemos que aprehenderlas.

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Cuando se dice que los tiempos pasados fueron mejores, se refiere a eso. Había ignorancia, por lo tanto, no nos afectaban los engaños ni las desigualdades; ni pensábamos que los cambios de los gobiernos de líderes placebos, ni en el presunto progreso para corregir los males del pasado. No se tenía conocimiento de lo que es la política del gatopardo: enarbolar el cambio, para replicar los mismos desaciertos.

El hombre ignorante es feliz. Es el simple habitante del que hablaba Juan Bosch, dedicado a la agricultura y los quehaceres domésticos. Ajeno del intríngulis de los entresijos políticos; las falsedades, demagogia y clientelismo de los gobernantes. Era un ser preocupado solo por su entorno. Espiritualmente, se sentía más fortalecido.