En la medida que se tornan más dramáticas las condiciones de vida en Haití, por aquí tienen más que reforzar la seguridad en la zona fronteriza. Son tantos los conflictos sociales, políticos y económicos en la vecina República que no se sabe el momento en que puede darse un estallido.
Haití es, penosamente, un barril de pólvora. Con los muchos haitianos que legal e ilegalmente residen en esta parte de la isla ya tiene bastante como para tolerar más nacionales de ese país.
El cuadro de penurias e inseguridad reconocido por organismos internacionales es para que se socorra a la nación con reales programas de asistencia humanitaria y cooperación de apuntalar la gobernabilidad.
La comunidad internacional no puede cruzarse de brazos ni pensar que este país es una alternativa frente a la crisis que desde hace tiempo vive un pueblo que hoy, para colmo de males, sufre acoso de pandillas de maleantes.
Puedes leer: RD avanza construcción verja en la frontera con Haití
Y los sectores más representativos no encuentran la manera de deponer sus diferencias para unirse alrededor de un proyecto que privilegie la unidad y el desarrollo de sus fuerzas productivas. En lugar de avanzar, la nación parece que retrocede.
La zona fronteriza, los mercados binacionales y todas las actividades que puedan servir de válvula de escape a los vecinos haitianos tienen que ser supervisadas por fuerzas militares. Lo que no pueden hacer los soldados es excederse en el cumplimiento de su misión.