Existe un incendio cuyas llamas inundan, (ojalá pudieran verse a sí mismos los poetas cuando escriben), el mar creciendo, llenando de rosas el espacio, esparciendo magia, luz; la espiral en sus mejillas o el ceño fruncido y los ojos atentos, inundados de su página, su incendio personal.
La voracidad del pulso marca el ritmo, el incendio es río, espiral, armonía. El incendio es Jennet Tinneo, su poesía, un mundo inundado de sus vértigos, profunda, y sin duda inteligente. Su agudeza compite con su genialidad. Originalidad que absorta, y musicalidad divina.
Sensualidad atlética, mujer torneada, definiciones dibujadas con la tinta sugerente de sus versos. Hay pensamiento, ideas y fuerzas indetenibles. Así su poesía es firmamento, vuelo sostenido, inundación de los sentidos, incendio.
Una vez me dijo el año de su nacimiento, pero lo he olvidado, sé que Jennet Tineo nació en los 80, en Santo Domingo, que fue un 5 de diciembre, y que habita la casa de Sagitario. Es poeta y ensayista, estudió arquitectura, ha publicado el poemario “La mujer espiral” y su versión en disco. Sus textos han sido premiados e incluidos en distintas antologías.
Jennet Tineo
Incendiarse
Incendiarse, pegarse fuego y extinguirse. / A veces es placentero imaginar que todo arde / sin contemplación / porque los ojos se queman / porque a las pupilas, el fuego irremediable las consume. / Hoy quiero que todo se queme junto conmigo / hasta el cansancio del humo y la ceniza.
El grafito del fósforo ordenando nuevas letras en la espalda / nacimiento de la llama-ola / de la ola-lava y lengua / lengua y braza / braza y abrazo / abrazo y boca / labios que rayan la locura con su dermis de flor dormida / ¿A dónde van las mariposas? / ¿A dónde lleva la prisa de sus alas? / A la hoguera urgente de su muerte / a la orgía inerte de un verano que se acaba. / La memoria es un verano que se enciende en el invierno / refugio y barca / bisturí dichoso que corta el agua-ola / el mar de fuego que convoco en este incendio / donde quiero que todo arda / que todo se queme junto conmigo / hasta el cansancio del humo y la ceniza.
Marina y mojada
Persigo toda la sal del mar en tu cuerpo / y en toda la sal de tu cuerpo al pez de mi lengua. / Persigo la muerte bajo la lluvia / ¿es acaso menos amarga la muerte cuando marina y mojada / o mojada y marina / se aloja en los contenes de la ciudad?
No hay nada que no se desagüe en la vía / no hay nada que guarde rincones de sequía. / Un sonido orea el rostro que condensa palabras en la boca / esas frases marinas y mojadas / o mojadas y marinas / que sí amargan / mi lengua de pez / ese lápiz de saliva / con el que transito haciendo rutas en tu cuerpo / que jamás está desnudo de la lluvia / ni del mar.
La vejez es un fantasma
Después de reposar todos los cansancios / aún queda hacinado / como un incómodo polvillo / este cansancio residual.
En la taza del té / en los ojos claros de las madres / donde no arañan más las cerdas de las escobas / en las primeras canas / donde no alcanza a mojarse el mar por salado / en las calles coloniales / entre el mortero que separa los adoquines / y una sombra de un árbol de la de un perro / donde se hace difícil liberar / ese peso suspensivo / que se sigue amontonando / como tiempo en negativo.
Espacios que conocen la espalda del sol / la telaraña en el envés de las hojas /en los huecos de las medias panty / eternamente negras / en todos los tacos desprendidos / junto a los pasos falseados / y la fija obstinación de consumirse todo / en números positivos / pero esta mueca insiste en acumularse / para hacer costuras imprecisas en la piel de los vivientes / para marcarte con todos los gestos repetidos / el rostro.
Este cansancio / que jamás podrás arropar bajo las sábanas / reclama la frescura compacta de tus pasos / termina taladrándote todos los huesos / hasta el polvo.
Nostalgia
Todos los pies se paran sobre mi recuerdo / turbiamente y en turba / me patean a la monstruosa esquina del olvido / sensata y mía para siempre.
Un perfume de hojas secas puebla todos los rincones / las aceras y las calles / los parques y los puentes. / Una piedra se ahoga lanzada con tu mano desde el puente / así caen los ladrillos de tu mano al río / de tu mano todas las hojas del otoño / de tu mano también esta muerte transparente.
Tomada por las sombras
No sé si las palabras son mías o son prestadas / pero están ahí poblando la oscuridad como murciélagos / haciendo de alas negras la miel en la saliva.
Hay algo seductor en las sombras / que me está bebiendo la dulzura / pongo todas las arterias a disposición de los cuchillos / me gustaría saber que escribiré / cuando ya no quede una sola gota / y a este cuello con pisadas de colmillo / sólo le quede un dije de polilla / para colgar el recuerdo de las mariposas.