Opinión

Feria del Libro a la dominicana

Feria del Libro a la dominicana

(II)

Tengo un amigo, hoy fotógrafo exitoso radicado en Europa, originario de la extrema pobreza, que cuando infante visitó la Feria del Libro, se robó un librito de fotografía que guardó como Biblia. Dos años después un tío le regaló su primera camarita desechable y con ella comenzó a ejercer la pasión de su vida. Ese “robo” le dio a ese joven una razón de ser y una profesión que hoy es parte esencial de su identidad y fama.

Quienes hemos participado en Ferias del Libro en el continente, frías, correctísimas, organizadas, como la de Guadalajara, con sus días para estudiantes, editores, delegaciones extranjeras, sabemos que la nuestra es una fiesta popular. Y eso es lo que deslumbra a escritores invitados: ¡Tantos jóvenes! ¡Tantos niños y niñas!

En un país donde según Camejo, ochenta por ciento de los empleados públicos, es decir 575,322 personas, apenas ganan $5,117.322 pesos al mes, y la Ley General de Salarios todavía no aprueba un salario mínimo de sietemil pesos; y un Ministro de gobierno gana un mínimo de RD$300,000.00, es decir 58.6 veces el salario mínimo. En un país donde la cifra oficial de desempleo juvenil es de casi un treinta por ciento y según los índices de prosperidad solo un uno por ciento de la juventud popular que estudia puede aspirar a ascender a la clase media, permaneciendo lamayoría en el estrato social adonde lo condena su falta de apellido y fortuna, los únicos canales legítimos que la juventud ha encontrado para sobrevivir son el deporte y la música, y dentro de la música la bachata, que ya es un género mundial y el reggaetón, con su horrorosa y autística letra, tan terrible como sus vidas, pero expresión cultural al fin.

¿Qué puede hacer la Feria del Libro? Reconocerlo y vía incentivos, no condenas, propiciar que esos jóvenes descubran la poesía, a la que pueden cantar sin agredir a las mujeres, sin autoagredirse.

¿Qué recomendamos? Premios para las mejores composiciones, y libros. La Feria del Libro de La Habana publica cuatro millones de ejemplares y los vende a cinco centavos, a diez centavos de dólar y se traslada a hospitales y parques de las áreas periféricas. No invita a editores para que publiquen los trabajos de quienes dirigen la Feria (práctica sostenida, sino corroboren a quien se publica en España), ni a grandes figuras que no se adapten a los recursos del país, (con los cien mil dólares que cobró Carlos Fuentes se suplían las bibliotecas de diez escuelas).

Y pizzas, y refrescos y trencitos, para que las familias obreras tengan un respiro. Eso hará feliz a Salomé. Y a Camila

El Nacional

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