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Fidelidad

Fidelidad

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Los de su estirpe tenían en ese lugar una especie de guarida. Allí nacían, crecían, y con la misma facilidad que llegaban, de igual manera desaparecían rodeados de un denso misterio donde nadie podía descubrir las causas de ese constante estar hoy y esfumarse mañana.

La acogida que tenían en aquel escenario insólito estaba en relación directa a la sensibilidad sin límites del dueño del inmueble donde operaban dos negocios distintos: Una venta de carbón y una floristería. Era en el primero donde tenían su espacio predilecto. Allí creaban los refugios perfectos para sentirse seguros, aunque la sensación les duraba poco.

El señor se encargaba de que no les faltara nada. Compraba con rigurosidad sus comidas especiales y les ofrecía cariño cotidiano como si fueran sus propios descendientes. Los mimaba, los acariciaba y todos admiraban la ternura que manifestaba frente a ellos. Por eso sufría tanto, cuando buscaba alguno y jamás volvía a verlo.
La lealtad es la observancia de la fe que alguien debe a otra persona.

Una de las madres más queridas del patrón había tenido varios partos y cuando sus crías apenas caminaban, les perdía el rastro y eso la hacía caer en profundas depresiones que casi le costaba la vida. Pero algo diferente ocurría con esa nueva camada. Nadie había podido descubrir el sitio exacto donde los tenía escondidos ni mucho menos cómo continuaba alimentándolos al cabo de tantos días de haber nacido.

El señor ordenó movilizar los sacos llenos del carburante y fue así cómo, en el lugar más inverosímil, la encontraron convertida en una fiera capaz de cualquier cosa para proteger a la prole que, en esta ocasión, no estaba dispuesta a que se la arrancaran de su seno.

Nadie pudo acercársele porque su agresividad no dejaba dudas de lo dispuesta que estaba a llegar hasta donde fuere necesario para defender su causa. Hasta que el propio caballero decidió acudir al escenario donde permanecía atrincherada. De lo que todos fueron testigos resultaba increíble. Bastó que viera a su amo para que se refugiara en sus brazos rodeada de sus cuatro hijos, como si sus temores hubiesen desaparecido por arte de magia.

Aquello parecía un reencuentro familiar después de una larga separación. Difícil determinar quién estaba más conmovido, la madre, o ese hombre extraordinario. Su decisión fue inmediata: Se los llevaría a su hogar y juró que estarían unidos hasta que el destino decidiera lo contrario. Ella supo protegerlo, con igual coraje que lo hizo con sus amados cachorritos.