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“Forzar el mingo”

“Forzar el mingo”

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Todo estaba preparado para viajar al país sudamericano en misión enviado por su trabajo. Su pasaje comprado. Su hotel reservado. De repente, se presenta la posibilidad de ir a Europa a otro asunto también de carácter laboral.
El inconveniente era que en la ciudad de Inglaterra, la actividad empezaba el martes siguiente al domingo en que finalizaba la de Colombia. No era fácil armonizar las cosas de tal manera que se pudiera dar cumplimiento a ambas tareas.

De forma sorpresiva, todo parecía que iba a resolverse. En vez de salir de Bogotá para Santo Domingo el lunes, lo haría al viejo continente el domingo en un vuelo que se suponía partía a medianoche. De esa forma, llegaría el lunes y ese mismo día viajaría a la ciudad inglesa.

Siendo así, canceló una de las noches del hotel de Bogotá y reservó 3 noches en el hotel inglés. Oh sorpresa, dos días antes de salir, se percató que el avión en vez de despegar a las 11:30P.M., salía a las 11:30AM. A esa hora, su compromiso no había concluido. Imposible precipitar salida de la capital colombiana.

Los imprevistos suelen pasar costosas facturas a quienes les ocurre algo inesperado
No se rindió. Intentó encontrar cupo en el mismo vuelo, pero del lunes. Como llegaría a las 6:00 a. m. del martes y la ciudad quedaba a dos horas de Londres, calculó que podría alcanzar el inicio de los trabajos. Pero no había boletos.

Se inscribió en lista de espera y horas antes de resignarse a continuar sus planes originales, alguien canceló una reserva. Pagó la diferencia por el cambio; reestableció la noche cancelada en el hotel; canceló una noche del hotel inglés; canceló el vuelo Bogotá Santo Domingo y partió con destino final Londres. Feliz por haberlo logrado.
Con tales imprevistos, salió tarde al aeropuerto.

A mitad de camino, una goma se vació. Llamó un taxi. Al llegar, escuchó la última llamada a su persona. Corrió y entró al borde de cerrar la puerta de la aeronave.
Al recibir un jugo, un niño lo empujó y el contenido se le derramó encima. En Bogotá, su computadora dejó de funcionar y perdió la información del trabajo que realizaría.

Contrariado, tomó el avión rumbo a Londres. Llegó a la hora prevista. Al acercarse a la cinta donde recogería su equipaje, vio irse a todos los pasajeros hasta quedar convencido que su maleta no llegó. Pudo recuperarla al otro día, cuando su cita en la ciudad inglesa había concluido.